jueves, 31 de enero de 2013

.Compay Segundo - Chan Chan .


Compay Segundo



Máximo Francisco Repilado Muñoz, en  Siboney, Santiago de Cuba,  el 18 de noviembre de 1907, más conocido como Compay Segundo fue un músico y compositor cubano de amplia trayectoria mundial.


Llegó a ser un popular compositor e intérprete, muy conocido entre los amantes de la música cubana. Comenzó tocando la guitarra, el clarinete y el bongó. También tocó la tumbadora.

 Se crió en una familia de humildes campesinos. De su abuela, una esclava liberta que vivió más de  cien  años, heredó el hábito de fumar y seguramente su propia longevidad.

Era pequeño aún cuando aprendió el oficio de torcedor de tabaco y empezó a trabajar en la fábrica de habanos Montecristo para ayudar en su casa, aunque esto no le impidió empezar a tocar «de oído» la guitarra y el tres cubano y a partir de ambos instrumentos inventar uno nuevo, el armónico, una guitarra de siete cuerdas, una de las cuales repite la nota sol. Es un híbrido de siete cuerdas entre la guitarra española y el tres cubano. Este instrumento pretende imitar el timbre del tres adicionando una cuerda octavada en la tercera cuerda (sol). Su afinación es igual a la guitarra. Primera cuerda mi, segunda si, tercera sol (cuerda doble octavada) y re, la, mi, afinados una octava por encima de la afinación propia de la guitarra.




Pero esto ocurrió cuendo se mudó la familia en 1916, a Santiago, cuando su padre fue despedido del ferrocarril. Aunque allí empezó a ganarse la vida como barbero, él, al igual que cuatro de sus siete hermanos, sabía que lo suyo era la música.

Vestía aún pantalones cortos cuando se unió a otros niños del lugar para formar el sexteto Los Seis Ases. Al mismo tiempo, fue a clases de solfeo con Noemí Toro, una joven mandolinista y violinista hija del director de la escuela primaria a la que asistía, y cuando ésta le comunicó que ya podía tocar un instrumento, escogió el clarinete, que compró a un aficionado al que pagó armando tabaco en un chinchal de su propiedad.






Estudió luego con el maestro Enrique Bueno y, con quince años, consiguió ingresar en la Banda Municipal de Santiago de Cuba como clarinetista. Esta actividad, que le aseguraba un sueldo, le permitía en su tiempo libre cantar y empezar a componer sones. Su primera composición, el tema Yo vengo aquí, dedicada a una muchacha de la que se había enamorado, data precisamente de 1922, época en que empezó a relacionarse con grandes cantantes como Sindo Garay y Ñico Saquito.


En los años treinta formó parte de diversas agrupaciones artísticas de Santiago como el Cuarteto de Trovadores Orientales y el Cuarteto Hatuey. También fue vocalista del conjunto de Miguel Matamoros.

Al despuntar los años treinta integraba el Cuarteto Cuba-nacán, modesta pero efectiva plataforma de lanzamiento que lo llevó después a trabajar con el quinteto Cuban Stars -que dirigía Ñico Saquito-, con el que en 1934 se fue a La Habana, y allí, tras dos temporadas como clarinetista en la Banda de Bomberos de Regla, formó en 1938 el Cuarteto Hatuey con Lorenzo Hierrezuelo, Marcelino Guerra Rapindey y Evelio Machín, hermano de Antonio Machín.

Con ellos vivió una época propicia que los llevó a México, y allí a participar incluso en el cine, en películas como Tierra brava y México lindo y querido. A su regreso sumó sus actuaciones como clarinetista en el famoso trío liderado por Miguel Matamoros en la etapa en que cantaba el mítico Benny Moré. Pero aún tuvo que esperar para que se produjera el gran momento de su carrera...





En 1949 creó, junto con un compañero del Hatuey, su amigo Lorenzo Hierrezuelo, guitarrista de Siboney, el dúo Los Compadres, nacido con el propósito de rescatar la música de «monte adentro», los sones de su tierra oriental. Fue entonces cuando recibió su apodo, ya que a Hierrezuelo se lo conocía como Compay (diminutivo oriental de compadre) Primo (porque hacía la primera voz); él, que tocaba el armónico y hacía la segunda voz, pasó a ser Compay Segundo.

El dúo marcó toda una época de la música cubana, y canciones suyas como Macusa, Mi son oriental, Los barrios de Santiago, Yo canto en el llano, Huellas del pasado, Hey caramba, Vicenta o Sarandonga hallaron entonces el vehículo perfecto para convertirse en éxitos populares y perdurar, casi todas ellas, en el repertorio de Compay hasta sus últimos discos.

Los Compadres arrasaban en la Cuba de Fulgencio Batista, y todo fue fenomenal hasta 1955, en que se produjo una agria ruptura entre ambos cuando Hierrezuelo prefirió darle el sitio de Repilado a su hermano Reynaldo (hoy octogenario director de la Vieja Trova Santiaguera) y Compay, principal inspirador del dúo, se quedó en la calle.




Fue el compositor Walfrido Guevara quien lo convenció de que debía curarse en salud y poner su nombre al frente de un grupo. Así nació Compay Segundo y sus Muchachos, en el que entraron como cantantes Carlos Embale y Pío Leyva y que mantuvo hasta el final de su vida, formado ya por dos de sus cinco hijos, Salvador y Basilio -su sucesor en el conjunto actual-, Julio Alberto y Benito Suárez.

En sus comienzos lograron sobrevivir en la Cuba convulsa de aquellos años. La anécdota de que hubo que interrumpir la grabación de su primer disco porque en esos momentos se estaba produciendo el ataque de los revolucionarios al palacio Presidencial y el tiroteo se podía escuchar desde el propio estudio sirve de ejemplo. Luego, con Fidel Castro en el poder y no obstante un manifiesto apoyo a los músicos, la nueva realidad hizo que sus grabaciones se espaciaran, y Compay fue quedando en el limbo de las viejas glorias, hasta que se vio obligado a retomar su viejo oficio de tabaquero y entró a trabajar en la compañía H. Upmann.




Sólo le fue posible volcarse otra vez enteramente en la música después de su jubilación, en 1970. Pero empezar de nuevo no le fue fácil. Durante casi veinte años actuó en círculos reducidos y con poca o ninguna trascendencia en los medios, e incluso llegó a tocar para los turistas en tabernas y hoteles de La Habana.

Su suerte comenzó a cambiar en 1989, cuando el musicólogo Danilo Orozco lo llevó como invitado especial, junto al Cuarteto Patria y Marcelino Guerra Rapindey, al Festival de Culturas Americanas Tradicionales que se celebró en el Smithsonian Institute de Washington. El mismo Orozco fue el encargado de presentarle, algún tiempo después, al inquieto músico español Santiago Auserón (el ex rockero Juan Perro, del grupo Radio Futura) en uno de sus viajes a Cuba en busca de otros «sones», y nunca mejor dicho, porque el encuentro fue todo un hallazgo.



Auserón fue uno de los artífices de las posteriores visitas a España de Compay, en 1994 y 1995, con motivo de los Encuentros del Son Cubano y el Flamenco en Sevilla, donde actuó junto a Chano Lobato y Juan Habichuela, y el productor del disco Antología de Compay Segundo (1996). Y de algún modo también fue el responsable de la magia que se generó en torno al sonero cubano, cuya música y personalidad fueron como un imán para compartir ritmo y voces para muchos artistas. 

Después llegó a La Habana el estadounidense Ry Cooder, el extraordinario guitarrista que pusiera música a la película París, Texas (1984), de Wim Wenders, e ideó y produjo el disco Buena Vista Social Club (1997), que ganó un Grammy e inspiró a Wenders una película con ciertas concesiones a la comercialidad que no hacía demasiada justicia a esos músicos y sus raíces, pero que también se alzó con un premio, el del Cine Europeo. Si el disco supuso una resurrección de viejas celebridades -Omara Portuondo, Rubén González, Ibrahim Ferrer, Pío Leyva, Eliades Ochoa y el propio Compay-, la película fue para ellos la llave del mundo. 




En abril del 2002, compartió el escenario del Palacio de los Congresos de París, Francia, con el también destacado sonero Adalberto Álvarez en un concierto homenaje a la contribución sonora de Cuba en el aniversario 20 de la fundación de Radio Latina.

En los últimos años actuó ante millones de espectadores y grabó nueve discos, entre otros, Yo vengo aquí (1996), Lo mejor de la vida (1998), Calle Salud (1999), Las flores de la vida (2000), Duets (2002)- en tan sólo seis o siete años.

No pudo cumplir su sueño de llegar a la edad a la que llegó su abuela, que fue una esclava que murió libre a la edad de 106 años.
Falleció en La Habana debido a una insuficiencia renal con 95 años, en  La Habana, 14 de julio de 2003. 

La canción más importante de Compay Segundo es "Chan Chan". La versión popular de esta canción tiene un arreglo musical basado en el güiro, dándole hasta abajo. 




Era un hombre sorprendente, y el primer sorprendido por ese reconocimiento tardío que lo situó donde le correspondía. Pero en él no había pizca de resentimiento por tantos años de olvido. Tras la repercusión que alcanzó el disco que le dio fama, Compay entró por la puerta grande en la elite de los circuitos musicales internacionales, y se presentó en los más importantes escenarios del mundo, del Olympia de París al Carnegie Hall de Nueva York, e incluso en la Sala Nervi del Vaticano, donde actuó ante el papa Juan Pablo II. Con él cantaron artistas tan heterogéneos como Charles Aznavour, Raimundo Amador, Cesaria Evora, Martirio, Pablo Milanés, Khaled, Santiago Auserón y hasta Antonio Banderas.


Lo llamaban el patriarca del son, pero Compay no sólo era la figura cumbre de ese género y uno de los grandes músicos populares de todos los tiempos; era, sobre todo, un personaje fuera de serie, de un optimismo y unas ganas de vivir abiertamente ejemplares: "Espero llegar a los cien años y pedir prórroga, como hizo mi abuela. Yo voy sacando candela.... " 




La zarzuela




La zarzuela es una forma de música teatral o género musical escénico surgido en España con partes instrumentales, partes vocales (solos, dúos, coros...) y partes habladas. Su nombre procede del Palacio de la Zarzuela, nombre del pabellón de caza cercano a Madrid donde se hallaba el teatro que albergó las primeras representaciones del género.

La zarzuela se cultivó con muchos aciertos al trasladarse a Cuba, donde destacaron los compositores Gonzalo Roig y Ernesto Lecuona, y Rodrigo Prats, Eliseo Grenet y a Venezuela, con José Ángel Montero y Pedro Elías Gutiérrez.

En Filipinas, la popularidad de las zarzuelas cedió a la indigenización de este género.





La zarzuela es la forma española de la Opereta, representación teatral que, a diferencia de la ópera, no es totalmente musical sino que alterna partes habladas y partes musicales.

Parece ser que los primeros autores que aportaron a este nuevo estilo de teatro musical fueron Lope de Vega y Calderón de la Barca. Según las investigaciones, Calderón es el primer dramaturgo que adopta el término de zarzuela  para una obra suya titulada El golfo de las sirenas que se estrenó en 1657 y que interpretaba la vida de un joven aventurero que emprendía un largo viaje lleno de misterios y peligros.




                                                          Calderón de la Barca

Lope de Vega escribió una obra que tituló La selva sin amor, comedia con orquesta. Según el autor era «cosa nueva en España». En el prólogo de 1629 de esta obra se dice: «Los instrumentos ocupaban la primera parte del teatro, sin ser vistos, a cuya armonía cantaban las figuras los versos en aquella frondosa selva artificial, haciendo de la misma composición de la música las admiraciones, quejas, iras y demás afectos…». Sin embargo, sólo se conserva la música suficiente en la obra Los celos hacen estrellas de Juan Hidalgo y Juan Vélez de Guevara, que se estrenó en 1672. Con esta obra se puede tener una idea de cómo era este género en el siglo XVII y como marcó la diferencia para las siguientes doctrinas del género.




                                                              Lope de Vega


Las zarzuelas del siglo XVIII se convirtieron en obras estilísticamente parecidas a las óperas italianas: por ejemplo, las obras de Antonio de Literes. Pero al llegar el reinado de Carlos III, amante de las buenas representaciones teatrales, los problemas políticos provocaron una serie de revueltas contra los ministros italianos llevando el conflicto a la toma de ayuntamientos y disturbios frecuentes (como, por ejemplo, el motín de Esquilache (i.e. Squilacce), hecho que repercutió en las representaciones teatrales y de nuevo imperó la tradición popular española representada, en esta ocasión, por los sainetes de don Ramón de la Cruz. La primera obra de este autor representada en este género fue Las segadoras de Vallecas (1768), con música de Rodríguez de Hita.



                                                             Ramón de la Cruz

El auge de la zarzuela llegó, en el siglo XIX, a partir de 1839, con los músicos Francisco Barbieri y Emilio Arrieta. Muchas veces el éxito de la obra se debía a una o más canciones que el público aprende y da a conocer oralmente a los demás por medio de representaciones acústicas, como ocurría con los cuplés. El engranaje de la obra siguió siendo el mismo: números hablados, cantados, coros, que se aderezan con escenas cómicas o de contenido sexual que, generalmente, son interpretadas por un dúo. Abundaba el género costumbrista y regionalista y en los libretos se recogía toda clase de modismos, regionalismos y jerga popular para asegurar que la interpretación fuera un éxito.





Contrario a las escenas españolas de cortes o aldeas, la zarzuela cubana describía imágenes y costumbres de la época colonial, utilizando las suaves cadencias musicales que dan a Cuba tanto reconocimiento mundial. Tema popular era el señorito rico, hijo del dueño del ingenio, que aunque comprometido con una joven de su clase, cortejaba a la joven mulata, zalamera y atrevida, con quien tenía amores prometiéndole matrimonio. El final era por lo general truculento, con desengaños, pasión, celos y lágrimas. Estos impresionantes finales no restaban un ápice a la belleza de la música, antes bien ponían énfasis en las habilidades y talentos histriónicos y musicales de los artistas de la interpretación teatral y musical del Divino Maestro.

En ésta época se divide en género chico (zarzuelas de un solo acto) y género grande (zarzuelas de dos, tres o más actos). Se adoptan temas costumbristas, populares, cómicos y bailes españoles. Algunos autores de esta época son Emilio Arrieta, Federico Chueca, Fernández Caballero, Tomás Bretón y Ruperto Chapí. En el siglo XX comenzó el declive de la zarzuela.





Después de la Revolución de 1868, el país entró en una profunda crisis (sobre todo económica) que se reflejó también en el teatro. El espectáculo teatral era caro y ya no se podían pagar aquellos precios. Fue entonces cuando el Teatro Variedades de Madrid tuvo la idea de reducir el precio del espectáculo y, al mismo tiempo, la duración de la representación. Una función teatral duraba, por aquel entonces, cuatro horas y se redujo a una hora. Fue lo que se llamó teatro por horas. La innovación tuvo un gran éxito y los compositores de zarzuelas se acomodaron al nuevo formato creando obras mucho más cortas. A las zarzuelas de un solo acto se las clasificó como Género chico y Género grande a las zarzuelas de dos, tres actos o más. La zarzuela grande fue batallando en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, pero con poco éxito y poco público. A pesar de esto, en 1873 se abrió un nuevo teatro, el Apolo, que compartió los fracasos con el anterior, hasta que no tuvo más remedio que cambiar el espectáculo al género chico en el que triunfa.

En los primeros años del siglo XX, se componen obras de mayor calidad musical como "Doña Francisquita" de Amadeo Vives o, un poco antes Gigantes y Cabezudos)[1] 1898", del maestro Fernández Caballero que supo ganarse muy bien a la crítica componiendo una obra muy del "gusto popular".

La zarzuela se va manteniendo con estas producciones que, a veces, se ajustan a la estructura musical de una ópera italiana, gracias a autores de la talla de Francisco Alonso, José Padilla, Pablo Sorozábal, Federico Moreno Torroba, Rafael Calleja y Jacinto Guerrero.



En estos primeros años del siglo se empieza a dar el apelativo de género ínfimo a las representaciones conocidas como revistas. Son obras musicales con una conexión de ideas parecida al de la zarzuela pero más ligeras y atrevidas, con números escénicos que, en la época, se calificaron de «verdes», es decir, pícaros, de temas sexuales y con letras de doble intención, en casi todas hay "cuplés". Una de estas obras fue La Corte de Faraón, basada en la opereta francesa Madame Putiphar. La música se hizo tan popular que algunos de sus números acabaron siendo verdaderos cuplés difundidos por el público.




Los siglos XIX y XX fueron épocas de gran producción de zarzuelas en la América Latina, en especial en Venezuela, Cuba, México y Argentina, de donde salieron grandes obras que todavía son presentadas internacionalmente como El cumpleaños de Leonor, de Montero que era la historia de una mujer mayor que al descubrir la traición de su marido buscaba una vida mejor en la gran ciudad ; Maria La O de Ernesto Lecuona y La Media Naranja del íbero-argentino Antonio Reynoso.





La zarzuela llegó a las Filipinas en 1879 o 1880, cuando el grupo de Dario de Céspedes presentó el Juego de fuego en Manila. Desde entonces, varios grupos filipinos comenzaron a hacer su proprias zarzuelas en varios idiomas indígenas. Las más populares fueron escritas en tagalo, pampangueño, ilocano, cebuano, panayano y samareño.

La primera sarswela conocida en samareño es An Pagtabang ni San Miguel (El Ayuda de San Miguel) de Norberto Romualdez, mientras Ing Managpe de Mariano Proceso Pabalan Byron es la primera en pampangueño. El héroe nacional José Rizal, músico además de literato, es autor de la zarzuela llamada Junto al Pásig.

A la llegada del vodevil, ( subgénero dramático de la comedia estadounidense), las sarswelas perdieron su popularidad, pero renovaron su éxito con la llegada del cine. Muchas sarswelas, principalmente las tagalas, se filmaron para el cine.




A partir de 1950 la zarzuela pudo sobrevivir gracias a la discografía, un campo que se mantuvo en auge desde entonces. Se produjeron una serie de grabaciones de gran éxito, la mayoría de ellas dirigidas por el músico español Ataúlfo Argenta. Las mejores voces del momento aparecieron en estos discos, cantantes mundialmente famosos que profesionalmente se dedicaban a la ópera y a los recitales. Voces como las de Teresa Berganza, Ana María Iriarte, Carlos Munguía, etc., participaron en las grabaciones. Se añadieron los coros del Orfeón Donostiarra y Coro de Cantores de Madrid contribuyendo a darles una gran calidad.

Tras la muerte de Ataulfo Argenta se incorporaron los directores Indalecio Cisneros, García Asensio, y otros. Incluso hubo grabaciones que fueron dirigidas por el propio autor de la obra, como fue el caso de Pablo Sorozábal y Federico Moreno Torroba. En esta etapa participaron en las grabaciones nuevas y grandes voces consagradas: Monserrat Caballé, Alfredo Kraus, Plácido Domingo, Juan Pons, etc.




Durante los años 60, Radio Televisión Española inició la producción de una serie de zarzuelas interpretadas por conocidos actores del momento, tales como Antonio Casal, Juan Luis Galiardo, María Cuadra, Germán Cobos y María José Alfonso), con buenas direcciones musicales, normalmente a cargo de Federico Moreno Torroba, y utilizando voces de reconocido prestigio como Alfredo Kraus o Luis Sagi Vela para los números vocales, grabados con la técnica del playback. Muchas de ellas fueron dirigidas por Juan de Orduña y se emplearon, en lo posible, escenarios naturales para la grabación de las mismas, lográndose obras de notable calidad, especialmente en el apartado musical. Con este sistema se grabaron, por ejemplo:


- La revoltosa (1963), con Germán Cobos y Teresa Lorca como actores.

- Bohemios (1969), interpretada por Ramón Alonso y Tania Ballester.

- La canción del olvido (1969), con Juan Luis Galiardo y María Cuadra.

- El huésped el sevillano (1970), con Malik Abidin, María José Alfonso y María Silva.

- El caserío (1972), interpretada por Armando Calvo y Paca Gabaldón.




En los últimos años de 1970 se reaviva el interés por la zarzuela, en especial por su música. En toda Europa se desencadena un renacer de la afición por los espectáculos líricos, sobre todo entre la juventud. Este renacimiento repercute en España que muestra un gran interés por la zarzuela. El empresario José Tamayo crea un espectáculo teatral de gran producción, Antología de la zarzuela, representando los fragmentos más populares del repertorio de zarzuela moderna con cantantes de primera línea, montaje que se mantiene durante décadas renovando los números incluidos.

Las casas discográficas ofrecen colecciones cuyos discos van acompañados de un fascículo que contiene la sinopsis de la obra y algunos datos del autor. La radio y la televisión dedican varios espacios a su programación. Los programas que TVE ofreció con el título de Antología de la zarzuela, basados en playbacks de las grabaciones de mediados de siglo representados en estudio de TV con vestuarios y baile, gozaron de una gran audiencia.




La anacrusa







Se llama anacrusa a la nota o grupo de notas sin acento situadas al principio de una frase y colocado antes de la barra de compás por lo tanto justo antes del primer tiempo fuerte.

Se puede también utilizar este término hablando del compás que contiene dicha(s) nota(s).





Cuando existe anacrusa, los pulsos usados se suelen restar al último compás.

En una analogía con el idioma castellano, si la palabra "anaCRUsa" fuera usada como letra de una canción, su sílaba acentuada (la tercera) se utilizaría en el primer tiempo de un compás. Consecuentemente, "a-na" resulta ser la "Anacrusa" de "a-na-CRU-sa". De este modo se forma anacrusa cuando en un verso hay sílabas precedentes a la primera tónica.







Mozart- Sonata No. 18 en Re ( 3er. mov.)


La música y la salud





La música tiene la habilidad de cambiar nuestros estados de ánimo, puede alegrarnos o calmarnos, dependiendo del ritmo que elijamos, además nos da otro medio de expresión, porque como ningún otro, puede transmitir lo que sentimos pero no podemos decir con palabras o imágenes.


Quizás hayas notado que algunas canciones te hacen sentir que puedes con todos los retos que el mundo pone en tu camino, más si son fuertes, rápidas y vibrantes, incluso te ayudan a completar esa larga rutina de ejercicios que tienes por delante. Tampoco te será extraño el hecho de que algunas canciones te deprimen y te aburren, al punto que  te quitan las ganas de hacer cualquier cosa. Ese es el poder de motivación  de la música. Además existen estudios que sugieren que la música mejora la coordinación motora, muy probablemente a causa de los ritmos marcados que hay en las canciones..


La entonación y la musicoterapia son herramientas extraordinarias para ayudarnos a aliviar el dolor, ya que el sonido calma el dolor físico y el emocional.




En un número de la Revista de Enfermería Avanzada se publicó un estudio en donde se reportaba una reducción del 21% en la percepción del dolor gracias a la música. Los pacientes que escucharon música durante una hora diaria a lo largo de una semana, afirmaban sentirse mejor física y psicológicamente, comparados con aquellos que no siguieron este programa..

Si bien la música no es suficiente para tratar el dolor crónico, sí puede sintonizarte en un estado de ánimo positivo que contribuirá a tu recuperación..

Además de estos beneficios se sabe que la música incrementa el aprendizaje, mejora el funcionamiento integral del cerebro y las habilidades de comunicación..




Orfeo tocaba el laúd para curar la melancolía. John Cash curaba con el Gospel y los esclavos negros del norte de América se daban fuerza y ánimos con los "blues". La samba y la música brasileña, dentro de la música contemporánea, es una de las más sanadoras, te hace sentir a salvo y con mucha energía.

Muchas veces las personas reprimen sus emociones y no se permiten sentirlas, escondiéndolas en su interior. Sin embargo, no por mucho esconderlas conseguimos hacerlas desaparecer. Nos hacemos los fuertes, pero no debemos olvidar que la curación natural viene de ser capaces de expresar la pena, el dolor, la tristeza, el desamor, la soledad,  etc.




La música y la entonación van muy bien en el rito del desahogo, nos permiten expresar las emociones, la tristeza, la pena y la aflicción. Si sentimos emociones negativas somos más proclives a la depresión. Estas emociones deben exteriorizarse, sino queremos que nos causen malestar, depresión y enfermedades.

Gracias a la escucha de la música que más le agrada a una persona se liberan compuestos químicos que producen un bienestar. Es la conclusión de un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de McGill, en Montreal (Canadá), y que ha sido publicado en "Nature Neuroscience". No es la primera vez que se asocia con bienestar y diversos trabajos han corroborado ya su capacidad de cambiar los estados de ánimo. La novedad está en que, por primera vez, se ha demostrado que los niveles de dopamina, la sustancia química que produce tal efecto, son hasta 9% más altos cuando se escucha algo que agrada.

La dopamina actúa a través de muchas funciones: influye en el comportamiento y la cognición, la actividad motora, la motivación y la recompensa, la regulación de la producción de leche, el sueño, la atención y el aprendizaje (sus niveles aumentan en respuesta a estímulos o actividades de recompensa como la comida, las relaciones sexuales u obtener dinero). Y, ahora, tras los resultados de la investigación canadiense, también está relacionada con el humor y el bienestar.

Ya se conocía que la dopamina produce un estado de bienestar con ciertos estímulos tangibles, como estar enamorado. Los investigadores añaden que el hecho de recibir placer a través de la música podría deberse también a un sistema de recompensa abstracta, alejado del placer que se obtiene a través de la comida u otros instintos más básicos.




En la Universidad de Maryland (EE.UU.) se afirma que escuchar la música que más alegra favorece una buena salud cardiovascular: cuando los voluntarios de este estudio escuchaban la que les complacía, sus venas y arterias se dilataban un 26%, lo que en términos médicos se considera una respuesta muy saludable. Si bien los expertos insisten que no puede considerarse como tratamiento para enfermedades de este tipo, sí que indican que puede constituir otra estrategia preventiva fácilmente incorporable en las costumbres cotidianas.

Los mismos investigadores explicaban en otro estudio parecido que escuchar 30 minutos diarios no solo sirve como relajante mental, sino que tiene otros beneficios que se extienden al resto del organismo. La clave no está tanto en el tipo de música, sino en el volumen, el ritmo y en el hecho de que sea la preferida del oyente. Aunque los efectos en la corriente sanguínea duran unos segundos, la acumulación de beneficios perdura y son muy positivos en todas las edades.





La voz humana es nuestro instrumento más poderoso para transmutar el dolor y el sufrimiento en un bienestar radiante.

Una de las curaciones más famosas de la historia fue la del rey Felipe de España en la década de 1730. Después de oír cantar a Farinelli, que fue un cantante castrato italiano, desaparecieron milagrosamente el dolor crónico, la depresión y la enfermedad mental del rey.




                                                            Rey Felipe de España

Pero la música no sólo interviene en el bienestar del organismo. También desarrolla la capacidad de atención y favorece la imaginación y la capacidad creadora, estimula la habilidad de concentración y la memoria a corto y largo plazo, y desarrolla el sentido del orden y el análisis, facilita el aprendizaje y ejercita la inteligencia.

Las mismas áreas del cerebro implicadas en la percepción musical intervienen también en el lenguaje y en tareas de lectura. Investigadores del Laboratorio de Neurociencia Auditiva de la Universidad Northwestern (EE.UU.) sugería hace justo un año en la reunión anual de la "American Association for the Advancement of Science" (AAAS) que la formación musical mejora las habilidades lingüísticas y cognitivas en niños, tanto con problemas de aprendizaje como sin ellos. De la misma manera, la instrucción musical, según los científicos, induce una mayor sensibilidad a las emociones.

La música como terapia se utiliza en el tratamiento de dolencias como la hipertensión arterial, estados de ansiedad, depresión y estrés, y alteraciones del sueño. También se emplea en la rehabilitación de trastornos psicóticos, autismo y de adolescentes con trastornos del comportamiento. Como su escucha interviene en la producción o inhibición de neurotransmisores en el organismo, a través de ella, se intenta provocar reacciones químicas que mejoren, aceleren o favorezcan el aprendizaje.




En la depresión es muy importante, ayudar al sistema inmunológico a mantenerse en perfecta armonía, ya que la depresión suele bajar las defensas.

La música realmente nos puede ayudar mucho en casos de depresión, pero por encima de la música lo que realmente nos va a ayudar es la entonación, la capacidad de poder expresar con nuestras voces y exteriorizar fuera lo que sentimos dentro, en nuestro interior.


Las actuales investigaciones en inmunología indican que la insuficiencia de oxígeno en la sangre podría ser causa importante de inmunodeficiencia y de enfermedades degenerativas.

Precisamente con la entonación lo que conseguimos es una oxigenación extra de todas las células de nuestro cuerpo. La base de toda entonación, es la respiración, por tanto cantar y entonar oxigenan realmente la sangre.

La entonación y la música aumentan los niveles de endorfinas, que son los opiáceos naturales propios del cerebro. Investigación médica reciente indica que son capaces de disminuir el dolor e inducir a una euforia natural.




Educar en la música desde la niñez es importante para que los más pequeños puedan sacar provecho de todos sus beneficios fisiológicos y psicológicos. No solo desarrollarán su sensibilidad estética, sino también su emotividad. Lo cierto es que hay una relación directa entre lo que uno escucha y cómo piensa o actúa. También es importante cómo se escucha la música, es decir, un volumen más o menos alto, el ritmo o la velocidad, las intensidades, la cantidad de tiempo, el contenido de las letras de las canciones o el tipo de baile asociado a cada canción.

Todos estos elementos constituyen diversas formas y hábitos sociales que influirán en la manera de ser del niño e, incluso, en su manera de vestir. No obstante, es recomendable hacer un buen uso de todos los elementos. Respecto al volumen, por ejemplo, cuando es demasiado alto puede provocar falta de concentración, alteración el sistema nervioso y alteración de la salud del oído.





Según un método oficial estadounidense, el método Tomatis, la educación musical y del oído puede iniciarse en el útero materno. Alfred Tomatis era un otorrinolaringólogo francés que reveló a mediados del siglo pasado que el embrión codifica las vibraciones. Este descubrimiento fue el inicio la audio-psicofonología. Según esta teoría, es aconsejable que las embarazadas canten (aunque desafinen), porque la voz, vía columna vertebral y filtración por parte del líquido amniótico, llega al embrión. Éste escucha y percibe el sonido a través de un "período" que se desarrolla a partir de las tres semanas de gestación.


La música, por tanto, puede activar la escucha ya en el embrión, fundamental para todas las etapas de la vida, según Tomatis. Tan importante es la escucha que si no funciona el sentido del oído se pueden producir graves problemas de aprendizaje y del habla. En resumen, bienestar y salud desde, incluso, antes del nacimiento.





Otra de las historias más asombrosas fue el caso de los monjes de un monasterio benedictino del sur de Francia, aquejados de inquietud, fatiga y depresión. El Dr. Tomatis después de visitar a 70 de los 90 monjes del monasterio comentó que su abatimiento no era físico sino auditivo. Este estado de debilidad de los monjes era la consecuencia de haber eliminado varias horas de canto gregoriano de su rutina diaria.



Esta práctica diaria de canto gregoriano les bajaba el ritmo respiratorio, y la tensión arterial, elevándoles el ánimo y aumentándoles su productividad.

Al poco tiempo de reanudar sus sesiones de canto gregoriano recuperaron su vigor y su salud.




En el centro de investigación de la adicción de Stanford (California), el científico Avram Goldstein comprobó que la mitad de las personas estudiadas experimentaban euforia mientras escuchaban música, capacitando al cuerpo a producir sus propios anestésicos y a mejorar la actividad inmunitaria.




El Efecto Mozart: 


El conocido Efecto Mozart, la musicoterapia y otros estudios sobre el tema apuntan a reafirmar el poder curativo de la música. El uso de la música como vía terapéutica es tan antiguo como el hombre mismo. Ya en los papiros médicos egipcios del año 1500 A.c. hay evidencias de su valor para resolver asuntos relacionados con la fertilidad femenina. Pero fueron los griegos quienes consideraron la música con criterio científico, al utilizarla como agente terapéutico. De hecho Pitágoras, filósofo griego, recomendaba cantar y tocar algún instrumento musical a diario para extraer del organismo emociones nocivas como el miedo, las ansiedad y la rabia. No es nada nuevo que la música cure, pero en nuestra cultura occidental se necesitan pruebas de laboratorio para reconocer que su poder es realmente efectivo. 

El sonado Efecto Mozart A comienzos de los '90 un estudio efectuado por la psicóloga Frances Rauscher y el neurobiólogo Gordon Shaw, de la Universidad de California, EEUU, sacó a la luz en la revista Nature lo que sería el inicio de la controversial teoría conocida como Efecto Mozart: 36 estudiantes escucharon la Sonata para dos pianos en Re Mayor de Wolfgang Amadeus Mozart durante 15 minutos; inmediatamente después les sometieron a tests para evaluar su razonamiento espaciotemporal. Otros dos grupos realizaban idénticas pruebas, con la única diferencia de haber pasado ese mismo tiempo escuchando cintas de relajación unos y en absoluto silencio otros.




                                                     Wolfgang Amadeus Mozart

Curiosamente, las puntuaciones (traducidas para su evaluación a la escala del coeficiente intelectual) resultaron ser de ocho a nueve puntos superiores después de escuchar a Mozart, frente al resto de las situaciones. Aquel hallazgo era muy breve, pero lo suficientemente importante para no dejar indiferente a ningún investigador. Un par de años más tarde, Rauscher y Shaw indagaron aún más sobre las bases neurológicas de este aumento en la capacidad de razonamiento, con pruebas de inteligencia espacial: En esta ocasión a 79 jóvenes se les proyectaban 16 figuras de papel dobladas de diferentes maneras; cada proyección duraba un minuto y ellos debían adivinar qué forma tendrían estas figuras cuando se desplegaran.


Durante 15 días, un grupo escuchó la sonata de Mozart, otro grupo hizo la prueba en silencio y un tercero escuchó una mezcla de otros compositores. Los resultados fueron que el grupo de Mozart logró predecir un 62%, mientras que el porcentaje del grupo en silencio fue de 14 y de 11 en el grupo de sonidos mezclados. La polémica estaba servida: Varios investigadores trataron de reproducir aquel efecto sin éxito; otros tuvieron ocasión de comprobar los resultados positivos, aumentando así el interés por las repercusiones de la música del famoso compositor sobre el cerebro humano. En la actualidad no se duda de que el efecto Mozart exista, aunque limitado al razonamiento espaciotemporal. 






Según cada problema de salud, existen piezas clásicas terapéuticas:


 -  Insomnio

a) Nocturnos de Chopin (op. 9 No. 3; op. 15 No. 22; op. 32 n 1; op. 62 No. 1) 
b) Preludio para la siesta de un Fauno, Debussy Canon en Re, Pachebel. 


-   Hipertensión:

a)  Las cuatro estaciones, Vivaldi 
b)  Serenata No. 13 en Sol Mayor, Mozart. 





-   Depresión:


a)  Concierto para piano No. 3, Rachmaninov. 
b)  Música acuática, Haendel. 
c)  Concierto para violín, Beethoven.
d)   Sinfonía n 8, Dvorak. 








-   Ansiedad


a)  Concierto de Aranjuez, Rodrigo. 
b)  Las cuatro estaciones, Vivaldi. 
c)  La sinfonía Linz, k425, Mozart. 



-    Dolor de cabeza: 


a)  Sueño de amor, Listz. 
b)  Serenata, Schubert. 
c)  Himno al Sol, Rimsky-Korsakov.






 -   Dolor de estómago

a)  Música para la Mesa, Telemann.
b)  Concierto de Arpa, Haendel. 
c)  Concierto de oboe, Vivaldi. 


-     Energéticas:


a)  La suite Karelia, Sibelius. 
b)  Serenata de Cuerdas (op. 48), Tschaikovsky. 
c)  Obertura de Guillermo Tell, Rossini. 






“La música es el corazón de la vida. Por ella habla el amor, sin ella no hay bien posible y con ella todo es hermoso”

               Franz Liszt (pianista y compositor austríaco de origen húngaro (1811-1886)



miércoles, 30 de enero de 2013

La entonación musical






Entonación, en música, término que hace referencia a ajustarse al tono de voz por parte del intérprete.


Una nota que se canta o se toca en un instrumento puede ser demasiado aguda (mayor frecuencia que el tono de referencia) o grave (frecuencia más baja que el tono de destino).






Afinar es el proceso de ajustar el tono de un sonido hasta que coincida con una nota de referencia, momento en el que se considera que "esta afinado". Al hacer esto con tu voz, se llama "estar afinado" y es una de las habilidades más básicas de entrenamiento del oído. A menudo se afina de oído, y consisten en comprobar que dos sonidos coinciden, ajustando uno al que tengamos de referencia. Guitarristas y otros músicos de grupo deben a menudo afinar "al vuelo" durante una actuación.

Con el fin de tocar o cantar afinados con la entonación adecuada, es de vital importancia contar con un agudo sentido que permita diferenciar entre una nota y otra.




En instrumentos de cuerda, la entonación es también una preocupación al igual que en otros instrumentos. Como muchos instrumentos de cuerda  si un dedo es demasiado alto o demasiado bajo por aún una fracción de un centímetro, la nota será fuera de la melodía. Debido a que muchos instrumentos de cuerda pueden desafinar, si un dedo es demasiado alto o demasiado bajo incluso de una fracción de centímetro, la nota va a estar fuera de sintonía. El proceso de obtención de una buena entonación suele tardar muchos años de preparación y podría decirse que es la parte más difícil de aprender en un instrumento de cuerda.

Los instrumentos con trastes directos como guitarras requieren la compensación especial sobre la sillín y la tuerca. Cada vez que una cuerda es trasteada, también se estira. A medida que la cuerda se estira, se nota cada aumento de tono. Por lo tanto, todos los tonos que se trastean se parecen a un sonido agudo. Sin embargo, con la posición derecha del sillín y las colocaciones exactas de los trastes, al trastear todos los apuntes tocarán agudos por la misma cantidad.

Con el derecho de compensación de frutos de cáscara, el tono de la unfretted (es decir, abrir) las cadenas se incrementará la misma cantidad que señala el fretted hacer (porque de la correcta posición de silla). Por lo tanto, estos ajustes en combinación con la reducción de la tensión de la cuerda de la que se requiere de un unfretted instrumento permitirá a todos los tonos para ser exactos.

Con la compensación de tuerca derecha, el tono de los cuerdas trasteadas (p. ej., abierto) se elevarán la misma cantidad que los notas trasteadas hacen (debido a la posición del sillín apropiado). Así, estos ajustes combinados con la reducción de la tensión de la cuerda de la que se requiere un instrumento trasteado permitirán a todos los tonos para ser exactos.




Concepto semiótico


Es un concepto que se hizo cargo de la musicología en el área lingüística. En la musicología Soviética esto es usado para los objetivos del concepto de Boris Asafiev de la naturaleza de entonación de la música. La entonación (интонация, "intonatsia") es buscado como base de la expresión musical y la expresión musical razonable cuál monedas al mismo tiempo las peculiaridades de diferente nacional o el personal estiliza. Las bases de la entonación se sentó en la doctrina de musicólogo ruso Boleslav Javorsky (1877-1942) y fueron desarrollados por Asafiev.