Es un género musical y baile originario de Cuba. Se trata de un tipo de canción graciosa que apareció a fines del siglo XVIII, muy popular y que describía tipos y costumbres. La guaracha se adoptó en México y fue muy famosa en las décadas de los años 1950, 1960, 1970 y principios de 1980.
Los orígenes de la guaracha se remontan a España, donde era un baile zapateado que se bailaba por una sola persona en el teatro bufo: Teatro popular que utiliza la imaginería social para denunciar los abusos. Los personajes principales eran el negrito, el gallego y la mulata. Se utilizaba la técnica del blackface (actores blancos que se pintaban de negro). Durante el siglo XIX.
La guaracha se escucha en La Habana desde Abril de 1583, cuando Torrequemada y el Gobernador Gabriel de Luján competían por el poder político, mientras que los guitarristas en las calles y las plazas públicas les cantaban expresando su crítica a la situación vigente con un estribillo que decía: “Que Dios te perdone, Gobernador.” Desde luego, no tenían la misma tonada rítmica que las que conocemos desde el siglo XX.
Las guarachas también formaron parte del Teatro bufo, donde con mucha frecuencia las estrofas tenían propósitos humorísticos. Más tarde, cuando la guaracha se independizó y entró en los salones de baile, mantuvo siempre el propósito de bromear y de hacer reír. A comienzos del siglo XX, empezó a ser tocada y cantada junto a otros géneros, y desde entonces hasta nuestros días, no ha dejado de aparecer en el flujo creativo de importantes compositores como Osvaldo Farrés, cuyo volumen de boleros es increíble, pero que también escribió piezas de ese tipo (Mis cinco hijos, Un caramelo para Margot, La glotona, Cómo me gusta hablar español y Mario Agüé).
Reflejando siempre situaciones o acontecimientos que tuvieran elocuente repercusión en su momento, entre todos los compositores de guarachas el más importante quizás fue Benito Antonio Fernández Ortiz, aunque mencionarlo por ese nombre en el mundo de la música es como si no se dijera nada. En cambio, si lo llamamos por su nombre artístico, Ñico Saquito, enseguida reconoceremos a un maestro del género que, a través de sus composiciones, ha dejado un legado sin fronteras, un legado universal.
Características:
- La melodía de la guaracha sigue las características de la música popular.
- Sus frases son cortas y las notas, breves.
- Las unidades musicales son de cuatro u ocho compases y su armonía se limita principalmente a acordes fundamentales, es decir, tónica, dominante y subdominante, pero no como en el seis
- La letra de la guaracha no se ciñe a una sola forma poética, es decir, hay diversidad en la métrica. Por lo general, se canta con un solista o dúo acompañado de un coro con el cual dialoga.
- En cuanto a la instrumentación, el güiro lleva el ritmo y la guitarra y el cuatro son el acompañamiento.
- En la actualidad, también se utilizan otros instrumentos como: los palitos, las maracas, el cencerro y la trompeta.
- La guaracha es un ritmo esencialmente bailable, pero también se considera música de parranda navideña, así como música popular de conciertos. Varios de los ritmos populares de la actualidad heredan características de la guaracha, como, por ejemplo, la salsa y la rumba.
La guaracha es uno de los géneros de canto y baile que se menciona en la literatura costumbrista desde los inicios del siglo XIX, y que ha llegado a la actualidad tras un largo proceso de evolución.
La guaracha, como estilo de canción, de ritmo rápido y texto jocoso siempre describió algún hecho político o social, alguna situación sobre un personaje popular o alguna actitud que se describía en forma picaresca caracterizando el choteo criollo: una versión asimilable en sus prácticas y usos con la actual cumbia urbana o reguetton, salvando distancias físicas y temporales.
Al introducirse el son en La Habana, los septetos y conjuntos incrementaron sus repertorios incluyendo guarachas tradicionales con la adición de un montuno, a lo que llamaron guaracha-son y de esta manera se fue transformando aquel ritmo muy segmentado, pero fundamentalmente cantable, en forma de son de tempo más acelerado.
Al convertirse en son, la guaracha dejó para muy pocos conjuntos su uso como canción.
Hubo autores que componían casi exclusivamente este género, como Ñico Saquito (Benito Antonio Fernández Ortíz, Santiago de Cuba, L902-198l), siendo su obra más famosa Cuidadito Compay Gallo (L930), que popularizó el Trío Matamoros. Otros fueron Bienvenido Julián Gutiérrez (1900-1966) (Azúcar pa un amargao, Sensemayá, El diablo tun tun); Sergio Siaba (El cuarto de Tula), Marcelino Guerra (Pare, cochero).
La guaracha ha llegado a ser un signo de identidad cubana que permanecerá mucho más de los dos siglos que llevamos disfrutándola, sobre todo si se alcanza la calidad y permanencia de sus valores intrínsecos, sus rasgos inmutables, su expresión en un lenguaje correcto.
La Guaracha refleja siempre situaciones o acontecimientos que tengan elocuente repercusión en su momento.
Se vestía igualmente con pañuelo anudado en la cabeza, y sobre él un sombrero alón, pantalón ceñido a la cintura y patas acampanadas, camisa por fuera, anudada al frente, una argolla en una oreja, y también pantuflas de piel de venado que sonaban jactanciosamente al caminar. Este personaje respondía también al nombre y actitudes de negro curro.
La guaracha se ha diluído en muchos géneros actuales. El son, el chachachá y toda una serie de variantes siguen haciendo uso del humor criollo después de doscientos años.
Una de las más significativas, ejecutada por un conjunto con elementos sonoros electroacústicos, y de la mayor actualidad, la orquesta de Juan Formell, interpreta una titulada Por encima del nivel que utiliza el calificativo más usado en el siglo XIX y que aún conserva vigencia para aquel sentido de gracia criolla que se le atribuyó a la mulata: sandunguera.
Por su gracia la mulata sigue siendo objeto de celebraciones, por hombres que, como el cantante que ejecuta esta guaracha, es un miembro de nuestro pueblo con una imagen artística similar a la del negro curro, pero actual: argollita de oro en la oreja izquierda, sombrero alón y formas y expresiones jacarandosas como buen cubano.
En la cancionística actual han aparecido otras guarachas, que, como las primeras, chotean un acontecimiento o una medida necesaria —La vaquita Pijirigua, de Pedro Luis Ferrer, y no es la única—, en la que se burla de acontecimientos sociales que resultan rechazables, y es una manera de contrarrestarlos, de minimizarlos. Así se han enfrentado contradicciones se ha dado respuesta a campañas, se han criticado actitudes pusilánimes, y de esta forma la guaracha ha continuado su función de noticia y crónica. Se han utilizado recursos literarios en un proceso intelectivo poco usual cuando se recurre a lo cotidiano. Por último queremos valorar la actualidad que alcanza esta guaracha de Pedro Luis Ferrer, en la que señala las expresiones coloquiales propias del habla del cubano, de forma jocosa a veces hilarante, lo que contribuye a meditar sobre la necesidad de aplicar normas educacionales —como se está procurando ahora—, para que no se nos vaya de la mano la belleza y elegancia de nuestro idioma mientras sonreímos ante la gracia de nuestro humor criollo.
La guaracha ha llegado a ser un signo de identidad cubana que permanecerá mucho más de los dos siglos que llevamos disfrutándola, sobre todo si se alcanza la calidad y permanencia de sus valores intrínsecos, sus rasgos inmutables, su expresión en un lenguaje correcto, ni chabacano ni pornográfico.
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