Con cuatro años adquirió la reputación de niño prodigio por sus improvisaciones con un acordeón regalado por una de las criadas. Recibió las primeras lecciones de música en el Colegio del Santo Ángel y acompañaba al coro de niñas de ese centro.
Cursa el bachillerato en el Colegio de San Ramón y empieza los estudios de piano con Enrique Rodríguez. A partir de 1894 estudia armonía y contrapunto con Evaristo García Torres, al que Turina siempre recordaba con cariño y admiración.
Sus primeros éxitos como interprete y compositor los obtuvo con un quinteto con piano que formó con unos amigos y al que dieron el nombre de La Orquestina para actuar en fiestas y reuniones. También tocaba el piano a cuatro manos con sus profesores.
Su presentación oficial ante el público fue el 14 de marzo de 1897, en la sala Piazza de Sevilla, en un recital organizado por la Sociedad de Cuartetos, en el que interpretó al piano una Fantasía sobre el Moisés de Rossini de Segismundo Thalberg. Las críticas de la prensa local destacan el éxito y la superación de las dificultades de la obra.
Diez meses después vuelve a actuar con éxito de crítica y público en la misma sala y empieza a explorar la composición para teclado o conjuntos de cámara. Su primera obra orquestal es Coplas al Señor de la Pasión, escrita para la Hermandad de Pasión y estrenada en la Iglesia del Salvador con una orquestita de veinte músicos, coro de hombres, tenor y barítono, dirigidos por el autor.
Su afán de crear una obra de mayor envergadura hace que con quince años escriba una ópera, La Sulamita, basada en un libro de Pedro Balgañón. El autor confiesa haber escrito y orquestado los tres actos de la ópera con todo entusiasmo y que creía fácil su estreno en el Teatro Real de Madrid. Más tarde celebraría que ese estreno no se realizara.
Iniciados y abandonados los estudios de medicina decide dedicarse profesionalmente a la música y su maestro García Torres le señala la necesidad de trasladarse a Madrid. Cuenta con el apoyo de su padre que deja incluso disposiciones testamentarias para que su hijo cuente con recursos para ampliar sus estudios fuera de Sevilla.
En marzo de 1902, a los tres días de llegar a Madrid, Turina acude al paraíso del Teatro Real para escuchar a la Orquesta de la Sociedad de Conciertos, bajo la dirección de Wassilly Sapelnikow, que ofrecía la primera interpretación en Madrid de la Quinta Sinfonía de Tchaikovski.
De toda la vida musical madrileña serán los conciertos orquestales lo que más impresionen al joven Turina, por encima de la ópera, la zarzuela, los recitales o los conjuntos de cámara.
En este primer viaje a Madrid su padre moviliza a sus amistades, sobre todo al también pintor José Villegas, con el ingenuo propósito de que su hijo estrene su ópera La Sulamita en el Teatro Real. En una audición privada conocerá a Conrado del Campo del que luego sería compañero durante tantos años. Vuelve a Sevilla sin haber logrado su propósito y en el mes de octubre retorna a Madrid para quedarse durante tres años estudiando. Reanuda la relación con José Villegas, que en aquel momento era Director del Museo del Prado, se hace amigo del librero Fernado Fé, del crítico y compositor Manuel Manrique de Lara y, en el paraíso del Teatro Real, conoce a Manuel de Falla, al que le unirá una amistad de toda la vida.
El 14 de marzo de 1903 se presenta ante el público madrileño en el Ateneo, con obras de Scarlatti, Beethoven, Schumann, Wagner y tres obras propias hoy desaparecidas: La danza de los elfos, Variaciones sobre cantos populares y Gran polacca.
En Madrid no llega a dar ninguna clase de composición, seguramente porque no encontró a un profesor adecuado. En cambio perfeccionó su preparación pianística con José Tragó. Sigue componiendo obras para piano, un trío, un quinteto, un sainete titulado La Copla y otro, con libreto de los hermanos Álvarez Quintero, titulado Fea y con gracia.
Su vida personal cambia radicalmente entre 1903 y 1904 con la muerte de sus padres y la decisión de seguir el consejo de José Villegas de trasladarse a estudiar a París.
Turina se instala en París a finales de 1905, en el Hotel Kléber y por mediación de Joaquín Nin empieza a dar clases de piano y de composición con Moritz Moszkowski. A las pocas semanas, en enero de 1906, siempre a través de Nin, se inscribe en las clases de composición de Vincent D’Indy en la Schola Cantorum, aunque continua con Moszkowski como profesor de piano.
El 29 de abril de 1907 se presenta con éxito frente al público parisino en la Sala Aeolian. Junto al Cuarteto Parent, interpretaron Quintetos de Brahms y de Franck , y Turina en solitario presentó su Poema de las estaciones. A los ocho días vuelve a la misma sala con el mismo cuarteto para el estreno de su Quinteto en sol menor. La obra tuvo éxito, entró en el repertorio y fue galardonada en el Salón de Otoño del año siguiente. Al organizar su propio catálogo Turina considerará este Quinteto como su primera obra, ignorando todo lo escrito con anterioridad.
Pero el mejor premio fue que en la Sala Aeolian estaba Isaac Albéniz. Turina confiesa que la conversación con Albéniz y con Falla, que también estaba entre el público, en la velada que siguió a ese concierto le cambió completamente sus ideas estéticas. La define como la metamorfosis más completa de su vida.
Albéniz puso todo su empeño para que el Quinteto se editara y a cambio le hizo prometer a Turina que nunca más escribiría música de influencia francesa, que basaría su arte en el canto popular español, o, mejor aún, andaluz.
En su etapa parisina Turina escribe otras diez obras en las que poco a poco va distanciándose del ambiente de la Schola Cantorum para dar paso a los cantos, ritmos, luz y alegría tan característicos de su Andalucía natal.
En 1908 contrae matrimonio con Obdulia Garzón y dos años después nace el primero de sus cinco hijos.
En 1913 culmina su periodo de formación en la Schola Cantorum. El certificado de estudios firmado por Vincent D’Indy está fechado el 4 de marzo y el día 30 de ese mismo mes se estrena con enorme éxito en el Teatro Real de Madrid "La procesión del Rocío" por la Orquesta Sinfónica de Madrid bajo la dirección de Enrique Fernández Arbós.
El estallido de la Primera Guerra Mundial fuerza la salida de París y el retorno definitivo de Turina a Madrid.
Se instala en el que será su domicilio definitivo en la calle Alfonso XI n. 5 (hoy n.7) y el primer estreno que realiza, en octubre de 1914, es la comedia lírica Margot, op.11, con libreto del matrimonio formado por Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga, que serían su colaboradores habituales para las obras teatrales.
En enero de 1915 se hace un concierto en el Ateneo de Madrid para presentar a dos jóvenes músicos que acaban de terminar su formación en París: Falla y Turina. La producción de Turina se centrará en la música sinfónica, de cámara, canciones y, sobre todo, obras para piano, que dentro de su catálogo sobrepasan los sesenta títulos de los poco más de cien totales.
Además Turina mantiene una intensa actividad concertística, bien solo o con conjuntos de cámara o con cantantes. Como director de orquesta realiza los estrenos de sus obras Navidad (1916) y La adúltera penitente (1917), de la pantomima de Falla El corregidor y la molinera (1917) y en 1918 Serge Diaguilev le contrata como director de la gira de los Ballets Rusos por España.
Estuvo contratado como maestro concertador en el Teatro Real en las mismas fechas que, como compositor, estrenaba las Danzas fantásticas (1919), la Sinfonía sevillana (1920), Sanlúcar de Barrameda (1921), Jardín de Oriente (1923), La oración del torero (1925) y el Trío n.1 (1926).
También se dedica a la enseñanza de composición, primero de forma particular en su casa y, a partir de 1931, desde su Cátedra en el Conservatorio de Madrid y lo compagina con conferencias y clases magistrales, dentro y fuera de España. Y en la misma línea de aportación teórica hay que destacar, por su singularidad en el panorama musical español, la publicación en 1917 de la Enciclopedia abreviada de la música y, al final de su vida estaba preparando un Tratado de composición musical del que solo completó los dos primeros volúmenes.
En el año 1926 inicia la que será una constante hasta el final de su vida. La colaboración en la prensa escrita como crítico musical. Primero en El Debate hasta la desaparición del periódico en 1936. Luego en el periódico Ya y por último en el semanario Dígame. Después de la Guerra Civil española, que Turina pasa en Madrid, amparado por un carnet que le identifica como ''empleado'' del consulado británico, se le integra primero en una comisión encargada de la reorganización de los conservatorios españoles y luego se le nombra Comisario General de la Música, puesto desde el que impulsa la definitiva organización de la Orquesta Nacional.
La acumulación de empleos, ocupaciones y una enfermedad que iba haciéndose cada vez más evidente hizo disminuir mucho su producción musical. En los últimos nueve años de vida solo compuso 13 obras. La última de su catálogo es la pieza pianística titulada Desde mi terraza que lleva el número de opus 104 y está fechada en 1947.
Turina falleció en Madrid el 14 de enero de 1949.
Entre las evasiones favoritas del músico estaban la lectura y la fotografía, que siempre cultivó. En su primera época las tertulias de café, las reuniones con amigos, casi siempre con música, los paseos familiares por el cercano Parque de El Retiro y por el Madrid de los Austrias. Gran pasión por las procesiones: si le era posible acudía a Sevilla en Semana Santa. No era asiduo pero le gustaban los toros y el cine. Acudía, en compañía de sus hijos, a todo tipo de manifestaciones militares: desfiles, paradas, relevos. También con sus hijos le gustaba ir al circo y a las verbenas de barrio para subirse a la noria.
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