Gustav Mahler fue un compositor y director de orquesta bohemio-austriaco. Sus composiciones están consideradas entre las más importantes del pos-romanticismo.
En las primeras décadas del siglo XX, Gustav Mahler era considerado uno de los más importantes directores de orquesta y de ópera de su momento. Después de graduarse en el Conservatorio de Viena en 1878, fue sucesivamente director de varias orquestas cada vez más importantes en diversos teatros de ópera europeas, llegando en 1897 a la que entonces se consideraba la más notable la dirección de la Ópera de la Corte de Viena
Durante sus diez años en la capital austriaca, Mahler —judío converso al catolicismo para asegurarse su puesto— sufrió la oposición y hostilidad de la prensa antisemita. Sin embargo, gracias a sus innovadoras producciones y a la insistencia en los más altos niveles de representación se granjeó el reconocimiento como uno de los más grandes directores de ópera, particularmente como intérprete de las óperas de Richard Wagner y Wolfgang Amadeus Mozart. Posteriormente, fue director de la Metropolitan Opera House y de la Orquesta Filarmónica de Nueva York.
Como compositor, centró sus esfuerzos en la forma sinfónica y en el lied. La Segunda, Tercera, Cuarta y Octava sinfonías y Das Lied von der Erde (La canción de la Tierra) conjugaron en sus partituras ambos géneros. Él mismo advertía de que componer una sinfonía era «construir un mundo con todos los medios posibles», por lo que sus trabajos en este campo se caracterizan por una amplia heterogeneidad. Introdujo elementos de distinta procedencia como melodías populares, marchas, fanfarrias militares, mediante un uso personal del acorde, entrecortando o alargando inusitadamente las líneas melódicas, acoplados o yuxtapuestos en el interior del marco formal que absorbió de la tradición clásica vienesa. Sus obras sinfónicas adquirieron desmesuradas proporciones e incluyó armonías disonantes que sobrepasan el cromatismo utilizado por Wagner en su Tristán e Isolda. La apariencia del desorden que resultaba, con el esfuerzo extra que demandaba reconocer alguna formalidad «clásica» en su estructura, generó la incomprensión de su música, atrayéndole una hostilidad casi general, pese al apoyo de una minoría entusiasta entre la que se contaban los miembros de la Segunda Escuela de Viena, que lo tenían por su más directo precursor.
De entre su obra, cabe señalar sus nueve sinfonías terminadas (diez, si se incluyen los bosquejos de la Décima) y varios ciclos de canciones o lieder. Sus principales colecciones de canciones son: Lieder eines fahrenden Gesellen (Canciones de un compañero de viaje); el ciclo Des Knaben Wunderhorn (El cuerno mágico de la juventud), basado en una recopilación de cantos populares alemanes; Kindertotenlieder (Canciones a los niños muertos) y las canciones Rückert-Lieder, basándose en ambos casos en los textos del poeta alemán Friedrich Rückert; también, la renovadora síntesis de sinfonía-ciclo de canciones Das Lied von der Erde, con letra de poemas traducidos del chino al alemán.
La revalorización de Mahler fue lenta, al igual que la de Anton Bruckner, y se vio retrasada a causa de su gran originalidad y del auge del nazismo en Alemania y Austria, pues su condición de judío catalogó a su obra como «degenerada» y «moderna». Lo mismo sucedió con otros compositores, caídos en desgracia en el Tercer Reich. Sólo al final de la Segunda Guerra Mundial y por la decidida labor de directores como Bruno Walter, Otto Klemperer y, más tarde, Bernard Haitink o Leonard Bernstein, su música empezó a interpretarse con más frecuencia en el repertorio de las grandes orquestas, encontrándose entre los compositores más destacados en la historia de la música.
Nació en República Checa, el 7 de julio de 1860. La familia Mahler provenía del este de Bohemia y era de origen humilde. La familia creció rápidamente, aunque de los doce hijos que nacieron después de Gustav sólo seis sobrevivieron.
Gustav se introdujo en la música a través de las canciones callejeras, la música del baile, las melodías populares y los toques de trompeta y marchas de las bandas militares locales. Todos estos elementos contribuirían posteriormente a su maduro vocabulario musical.
Uno de los acontecimientos que más determinaron su futuro fue el descubrimiento de un piano en la casa de sus abuelos en Bohemia cuando tenía cuatro años, instrumento que comenzó a tocar inmediatamente. Desarrolló su habilidad en la interpretación del instrumento suficientemente como para ser considerado un Wunderkind (niño prodigio) y dio su primer recital público en el teatro municipal cuando tenía diez años.
Bernhard Mahler, su padre, manifestó su apoyo a las ambiciones de su hijo para tener una carrera musical y accedió a que el chico fuera enviado al Conservatorio de Viena. El renombrado pianista Julius Epstein escuchó al joven Mahler y lo aceptó para el curso de 1875–1876. Hizo buenos progresos en sus estudios de piano con Epstein y ganó premios al final de cada uno de sus dos primeros años allí.
Durante su último año, 1877–1878, se concentró en el estudio de la composición y armonía con Robert Fuchs y Franz Krenn. Se conservan pocas de sus composiciones de esta época, salvo la que se considera uno de sus primeros intentos serios de composición, el Cuarteto para piano. Muchas de esas composiciones fueron abandonadas cuando se sintió insatisfecho con ellas. Destruyó un movimiento sinfónico que había preparado para una competición, después de su desdeñoso rechazo por parte del director Joseph Hellmesberger debido a unos errores de copia. Mahler pudo tener su primera experiencia como director con los estudiantes de la orquesta del Conservatorio, en ensayos y representaciones, aunque su principal papel en dicha orquesta fue como percusionista.
Entre los compañeros de Mahler en el Conservatorio se encontraba el futuro compositor Hugo Wolf, con quien mantuvo una estrecha amistad. Wolf no estaba capacitado para soportar la estricta disciplina de la institución y fue expulsado. Mahler, aunque a veces fue rebelde, evitó el mismo destino únicamente escribiendo una carta de disculpas a Hellmesberger. Asistió a conferencias ocasionales de Anton Bruckner y, aunque formalmente nunca fue su alumno, estuvo influido por él. El 16 de diciembre de 1877, asistió al desastroso estreno de la Tercera Sinfonía de Bruckner, en el que el compositor dio gritos y la mayor parte del público se marchó. Mahler y otros estudiantes afines prepararon una versión para piano de la sinfonía, que fue presentada a Bruckner. Junto con muchos estudiantes de su generación, Mahler estuvo influido por Richard Wagner, aunque su principal interés fue el sonido de la música en lugar de la escenificación. Se desconoce si vio alguna de las óperas de Wagner durante sus años de estudiante.
Mahler abandonó el Conservatorio en 1878 con un diploma pero sin la prestigiosa medalla de plata que otorgaba la institución por logros destacados. Entonces se inscribió en la Universidad de Viena y recibió clases que reflejaron sus intereses en el desarrollo de la literatura y la filosofía. Después de abandonar la Universidad en 1879, Mahler ganó algún dinero como profesor de piano, continuó componiendo y en 1880 acabó una cantata dramática, Das klagende Lied (La canción del lamento). Esta, su primera obra sustancial, tiene muestras de las influencias de Wagner y Bruckner, pero incluye muchos elementos musicales que el musicólogo Deryck Cooke describe como «puro Mahler».
Su primera representación no se produjo hasta 1901, presentada en una forma revisada y abreviada. Participó con la obra en un concurso de composición; con esto, planeaba decidir si dedicarse a la composición o a la dirección de ópera. El jurado era muy conservador, tenía como presidente a Johannes Brahms y las ideas innovadoras de Mahler, incluyendo una pequeña orquesta fuera de escena, no les convencieron y, por tanto, no ganó.
En el verano de 1880 Mahler tuvo su primer trabajo como director de orquesta profesional, en un pequeño teatro en la ciudad balneario de Bad Hall, al sur de Linz. El repertorio estaba formado exclusivamente por operetas; en palabras de Carr, fue «un trabajo un poco triste», que Mahler aceptó sólo después de que Julius Epstein le dijera que su trabajo pronto mejoraría. En 1881 fue nombrado director en el Landestheater de Liubliana (en esa época llamada Laibach, en Eslovenia), donde la compañía, pequeña pero con recursos, estaba preparada para intentar obras más ambiciosas. Allí, Mahler dirigió su primera ópera a gran escala, Il trovatore de Verdi, una de las más de 50 que presentó durante esa época en la ciudad.
En enero de 1883 Mahler se convirtió en director de un destartalado teatro de Olomouc.
A pesar de la pobre relación con la orquesta, Mahler llevó cinco óperas nuevas al teatro, incluyendo Carmen de Bizet, y se ganó a la prensa que inicialmente había sido hostil con él. Después de una semana a prueba en el Teatro Real de Kassel, Mahler se convirtió en el «director coral y musical» del teatro, cargo que ocupó desde agosto de 1883. El título ocultaba la realidad de que estaba subordinado al maestro de capilla, Wilhelm Treiber, que estaba disgustado con él y se propuso hacer su vida miserable.
En enero de 1884 el distinguido director Hans von Bülow llevó a la Orquesta de la corte de Meiningen a Kassel y ofreció dos conciertos. Con la esperanza de escapar de su trabajo en el teatro, Mahler buscó sin éxito un puesto como asistente permanente de Büllow. Sin embargo, al año siguiente sus esfuerzos para encontrar un nuevo empleo resultaron en un contrato de seis años en la prestigiosa Ópera de Leipzig, que comenzaría en 1886. No estaba dispuesto a permanecer en Kassel un año más, así que renunció en julio de 1885 y con mucha suerte le ofrecieron un puesto en reserva como director del Neues Deutsches Theater de Praga.
En Praga, la aparición del Renacimiento Nacional Checo aumentó la popularidad y la importancia del nuevo Teatro Nacional y dio lugar a un descenso en la fortuna del Neues Deutsches Theater. La tarea de Mahler era ayudar a detener este declive, ofreciendo producciones de alta calidad de óperas alemanas. En poco tiempo, tuvo éxito en la presentación de obras de Mozart y Wagner, compositores con cuya obra seguiría asociado el resto de su carrera.
En abril de 1886 Mahler dejó Praga para tomar posesión de su cargo en el Neues Stadttheater de Leipzig, donde surgió la rivalidad con su compañero Arthur Nikisch. Se debió principalmente a la forma en la que los dos debían compartir las tareas de dirección teatral de la nueva producción de Wagner de la tetralogía El anillo del nibelungo. La enfermedad de Nikisch en enero de 1887 supuso que Mahler se hiciera cargo de todo el ciclo, el cual obtuvo un rotundo éxito de público. No obstante, no era muy popular entre los miembros de la orquesta, resentidos por su actitud dictatorial y los pesados horarios de ensayo.
En Leipzig Mahler entabló amistad con Carl von Weber, nieto del compositor Carl Maria von Weber, y acordaron preparar una representación de la ópera inacabada de su abuelo Die drei Pintos (Los tres Pintos). Mahler transcribió y orquestó los bocetos musicales existentes, usó partes de otras obras de Weber y añadió alguna composición propia. El estreno en el Stadttheater en enero de 1888 fue una ocasión importante en la que Tchaikovski estuvo presente, así como los directores de varios teatros de ópera. La obra tuvo una buena acogida; su éxito ayudó a que el perfil público de Mahler creciera, lo que reportó ganancias financieras.
La recién adquirida seguridad financiera de Mahler le permitió renunciar a su cargo en Leipzig en mayo 1888, después de una disputa con el jefe de escena del Stadttheater. Sin trabajo, Mahler regresó a Praga para trabajar en el resurgimiento de Die drei Pintos y la producción de Der Barbier von Bagdad de Peter Cornelius. Esta corta estancia terminó de forma desgraciada, con el despido de Mahler después de un arrebato durante los ensayos. Sin embargo, a través de los esfuerzos de un viejo amigo vienés, Guido Adler, se barajó el nombre de Mahler como un director potencial para la Ópera Nacional de Hungría en Budapest. Fue entrevistado, causó una buena impresión y le ofrecieron el puesto en octubre de 1888.
Durante los primeros años de su carrera como director, la composición era una actividad que realizaba únicamente en su tiempo libre. Entre los puestos ocupados en Liubliana y Olomouc trabajó en los arreglos de versos de Richard Leander y Tirso de Molina, posteriormente recopilados como el primer volumen de Lieder und Gesänge (Canciones y aires). Su primer ciclo orquestal de canciones, Lieder eines fahrenden Gesellen, compuesto en Kassel, estaba basado en sus propios versos, aunque el primer poema, «Wenn mein Schatz Hochzeit macht» («Cuando mi amor se convierte en novia») sigue de cerca el texto de un poema del ciclo Wunderhorn. Los aires de las canciones segunda y cuarta del ciclo fueron incorporados en la Primera Sinfonía, que terminó en 1888, mientras mantenía una relación con Marion von Weber. La intensidad de los sentimientos de Mahler están reflejados en la música, que originalmente fue escrita como un poema sinfónico de cinco movimientos con un programa descriptivo. Uno de dichos movimientos, «Blumine», posteriormente descartado, estaba basado en un pasaje de su primera obra Der Trompeter von Säckingen. Después de completar el poema sinfónico, compuso una marcha fúnebre de veinte minutos, o Totenfeier, que posteriormente se convertiría en el primer movimiento de su Segunda Sinfonía.
A su llegada a Budapest en octubre de 1888, Mahler encontró un conflicto cultural entre los conservadores nacionalistas húngaros y los progresistas que querían mantener y desarrollar las tradiciones culturales austrogermanas del país. Una dominante camarilla conservadora, liderado por el director musical Sándor Erkel, había mantenido un limitado repertorio de óperas históricas y folclore en el teatro de ópera. En el tiempo en que Mahler comenzó sus funciones, el campo progresista había ganado ascendencia tras el nombramiento del liberal Ferenc von Beniczky como intendente. Consciente de la delicada situación Mahler se movió con cautela. Retrasó su primera aparición como director hasta enero de 1889 cuando dirigió las representaciones en húngaro de El oro del Rin y La valquiria, con gran éxito inicial de público. Sin embargo, su éxito inicial se diluyó cuando los planes para representar el resto de obras de la tetralogía de El anillo del nibelungo, Sigfrido y El ocaso de los dioses, así como otras óperas alemanas se frustraron por el renacimiento de la facción conservadora que favoreció un programa «húngaro» más tradicional. En la búsqueda de óperas no alemanas para ampliar el repertorio, Mahler visitó Italia donde entre las obras que descubrió se encontraba la Cavalleria rusticana de Pietro Mascagni, de éxito reciente.En mayo de 1891, después de acordar los términos de su contrato allí, renunció a su puesto en Budapest. Su triunfo final en Budapest fue una representación de Don Giovanni que le ganó elogios de Brahms, que estaba presente.
El 27 de octubre de 1893, Mahler dirigió en el Ludwig Konzerthaus de Hamburgo una versión revisada de su Primera Sinfonía, aún con su forma inicial de cinco movimientos. Fue presentada como un Tondichtung (poema sinfónico) bajo el nombre descriptivo de «Titán». Este concierto también introdujo varios arreglos de los recientes Wunderhorn. Mahler consiguió su primer éxito como compositor con el buen recibimiento obtenido por la Segunda Sinfonía en su estreno en Berlín, bajo su dirección el 13 de diciembre de 1895.
Mahler introdujo numerosas óperas en el Stadttheater: Falstaff de Verdi, Hänsel und Gretel de Humperdinck y obras de Smetana. Sin embargo, lo forzaron a renunciar a su puesto en los conciertos de suscripción debido a los pobres ingresos y la mala acogida que tuvo la interpretación de su reescritura de la Novena Sinfonía de Beethoven. Mahler había dejado claro que su meta última era un cargo en Viena y desde 1895 maniobró para conseguir, con ayuda de amigos influyentes, la dirección del Hofoper vienés.
Mientras esperaba la confirmación para el puesto de director por parte del Emperador, Mahler compartió los derechos como director residente con Josef Hellmesberger (hijo del director del Conservatorio) y Hans Richter, un intérprete de Wagner reconocido internacionalmente y director original de la tetralogía El anillo del nibelungo en el Festival de Bayreuth en 1876.
Viena, la capital imperial de los Habsburgo, había elegido recientemente un alcalde conservador antisemita, Karl Lueger, que una vez había proclamado: «Yo mismo he decidido quién es un judío y quién no lo es». El compositor, lamentando el generalizado antisemitismo del que fuera objeto en la sociedad vienesa, solía decir: «Soy tres veces extranjero: un bohemio entre austriacos; un austriaco entre alemanes y un judío ante el mundo». En tal volátil atmósfera política Mahler necesitaba una temprana demostración de sus credenciales culturales alemanas.
En mayo de 1897 dejó su impronta inicial con las representaciones muy aclamadas de Lohengrin de Wagner y La flauta mágica de Mozart. Justamente después de su éxito con la ópera de Mozart, Mahler se vio forzado a tomar una baja de varias semanas por enfermedad, durante la que su hermana Justine y su compañera desde hacía tiempo, la viola Natalie Bauer-Lechner, lo cuidaron. Mahler regresó a Viena a principios de agosto para preparar la primera versión sin cortes del ciclo del Anillo. Dicha representación tuvo lugar entre el 24 y el 27 de agosto, cosechando alabanzas de la crítica y el entusiasmo del público. Su amigo Hugo Wolf le dijo a Bauer-Lechner que «por primera vez he escuchado el Anillo como siempre he soñado escucharlo mientras leo la partitura»
El 8 de octubre Mahler fue nombrado oficialmente para suceder a Jahn como director del Hofoper. Su primera producción en su nuevo puesto fue la ópera nacionalista checa Dalibor de Smetana, con un final reconstruido que mantenía vivo al héroe Dalibor. Esta producción provocó la ira entre los nacionalistas alemanes de Viena más extremistas, que acusaron a Mahler de «fraternizar con la anti-dinástica e inferior nación checa». Durante su mandato, Mahler introdujo un total de 33 nuevas óperas en el Hofoper; otras 55 producciones fueron renovadas. Sin embargo, los censores vieneses rechazaron el propósito para representar la controvertida ópera de Richard Strauss Salomé en 1905.
A pesar de sus numerosos éxitos teatrales, los años de Mahler en Viena rara vez fueron tranquilos; sus batallas con los cantantes y la administración del teatro fueron apareciendo de manera intermitente durante todo su mandato. Aunque sus métodos mejoraron el nivel, su estilo histriónico y dictatorial de dirigir provocaron el resentimiento por igual de los miembros de la orquesta y los cantantes. En diciembre de 1903 se enfrentó a una revuelta de tramoyistas, cuyas demandas por unas mejores condiciones rechazó porque creía que los extremistas estaban manipulando al personal.
En esa época tenía discrepancias con la administración del teatro por la cantidad de tiempo que estaba empleando en su propia música y estaba preparado para marcharse. A comienzos de 1907 inició conversaciones con Heinrich Conried, director del Metropolitan Opera House, y en junio firmó el contrato, en términos muy favorables, para dirigir en Nueva York durante cuatro temporadas. Al final del verano presentó su dimisión en el Hofoper y el 15 de octubre dirigió Fidelio, su representación número 648 allí. En diez años, Mahler había dado una nueva vida al teatro de ópera y saneado sus cuentas, pero hizo pocos amigos (se decía que trataba a sus músicos como un domador de leones trata a sus animales). Su mensaje de despedida a la compañía, que dejó en un tablón de anuncios, fue roto y esparcido por el suelo. Después de dirigir la orquesta del Hofoper en un concierto de despedida con una representación de su Segunda Sinfonía el 24 de noviembre, Mahler se marchó de Viena hacia Nueva York a principios de diciembre.
Cuando Richter renunció como director de los conciertos de suscripción de la Filarmónica de Viena en septiembre de 1898, la comisión de conciertos había elegido por unanimidad a Mahler como su sucesor. El nombramiento no fue del todo bien recibido. La prensa antisemita se preguntó si, como no alemán, Mahler podría ser capaz de defender la música alemana. El número de visitas aumentó considerablemente en su primera temporada, pero los miembros de la orquesta estaban particularmente resentidos con sus hábitos de reescribir reconocidas obras maestras y por la programación de ensayos adicionales de obras con las que estaban ampliamente familiarizados. El intento por parte de la ópera de que Richter regresara para la temporada de 1899 fracasó, porque el director no estaba interesado. La posición de Mahler se vio debilitada cuando, en 1900, llevó a la orquesta a París para interpretar en la Exposición Universal. Los conciertos de París tuvieron una pobre acogida y perdieron dinero.
En abril de 1901, Mahler renunció a la dirección de conciertos de la Filarmónica. En sus tres temporadas había representado alrededor de 80 obras diferentes, que incluyeron piezas de compositores relativamente desconocidos como Hermann Goetz, Wilhelm Kienzl y el italiano Lorenzo Perosi.
En noviembre de 1901 conoció a la compositora Alma Schindler, hija del pintor Emil Jakob Schindler e hijastra del pintor Carl Moll, en una reunión social en la que estuvo presente el director teatral Max Burckhard. Inicialmente Alma no se mostró interesada por conocer a Mahler, debido a «los escándalos sobre él y todas las mujeres jóvenes que habían aspirado a cantar en la ópera». Los dos tuvieron un fuerte desacuerdo sobre un ballet de Alexander von Zemlinsky (Alma fue alumna suya), pero se pusieron de acuerdo para verse en el Hofoper el día siguiente. Dicho encuentro dio lugar a un rápido noviazgo. Mahler y Alma se casaron en una ceremonia privada el 9 de marzo de 1902, a pesar de la diferencia de edad (Alma tenía diecinueve años menos que el compositor). Por entonces, Alma estaba embarazada de su primera hija, Maria Anna, que nació el 3 de noviembre de ese año. Su segunda hija, Anna, nació en 1904.
Los amigos de la pareja se mostraron sorprendidos por el matrimonio y dudaron de su idoneidad. Burckhard llamó a Mahler «ese judío raquítico degenerado», indigno para una chica de buena familia. Por otro lado, la familia Mahler consideraba a Alma coqueta, poco fiable y demasiado aficionada a ver a hombres jóvenes rendidos a sus encantos.
Alma pronto se sintió resentida por haber abandonado sus estudios musicales ante la insistencia de su marido de que sólo podía haber un compositor en la familia. El requisito de Mahler de que su vida matrimonial estuviera organizada en torno a sus actividades creativas generó tensiones y precipitaron la rebelión por parte de su esposa. Sin embargo el matrimonio se caracterizó por periodos ocasionales de considerable pasión, particularmente por parte de Mahler.
En el verano de 1907 Mahler, exhausto por las campañas en su contra en Viena, llevó a su familia a Maiernigg. Poco después de su llegada sus hijas enfermaron de escarlatina y difteria. Anna se recuperó pero Maria, después de dos semanas de lucha, murió el 12 de julio. Inmediatamente después de esta devastadora pérdida, Mahler se enteró de que tenía problemas de corazón, un diagnóstico confirmado posteriormente por un especialista vienés, que ordenó una reducción de cualquier tipo de ejercicio vigoroso.
Mahler debutó en el Metropolitan Opera House de Nueva York el 1 de enero de 1908, dirigiendo Tristán e Isolda en la versión abreviada, aún habitual en la ciudad aunque superada hacía tiempo en Viena.
En su vuelta a Austria durante el verano de 1908, Mahler se estableció en el tercero y último de sus estudios de composición en un pinar cercano a Dobbiaco en el Tirol. Allí, usando un texto de Hans Bethge basado en unos antiguos poemas chinos, compuso Das Lied von der Erde (La canción de la Tierra). A pesar de la naturaleza sinfónica de la obra, el compositor rechazó numerarla, con la esperanza de escapar de la «maldición de la novena sinfonía» que creía que había afectado a compañeros compositores como Beethoven, Schubert y Bruckner. El 19 de septiembre de 1908, tuvo lugar el estreno de la Séptima Sinfonía en Praga, el cual fue considerado por Alma como un éxito tanto de crítica como de público.
Para la temporada de 1908–1909, la administración del Metropolitan llevó al director italiano Arturo Toscanini para compartir funciones con Mahler, que sólo hizo diecinueve apariciones en toda la temporada. Una de ellas fue la muy elogiada representación de La novia vendida de Bedřich Smetana, el 19 de febrero de 1909. En la primera parte de la temporada, Mahler dirigió tres conciertos con la Sociedad de la Orquesta Sinfónica de Nueva York. Esta renovada experiencia de dirección orquestal lo inspiró a renunciar a su puesto en el teatro de ópera y aceptar la dirección de la reformada Orquesta Filarmónica de Nueva York.
De vuelta a Europa en el verano de 1909, Mahler trabajó en su Novena Sinfonía e hizo una gira dirigiendo por los Países Bajos.
La temporada 1909–1910 de la Filarmónica de Nueva York fue larga y agotadora. Mahler ensayó y dirigió cuarenta y seis conciertos, pero sus programas fueron con frecuencia muy exigentes para el gusto popular.
Su propia Primera Sinfonía, estrenada en Estados Unidos el 16 de diciembre de 1909, fue una de las piezas que no conectó con la crítica y el público, y la temporada acabó con grandes pérdidas financieras. El punto culminante del verano de 1910 de Mahler fue la primera representación de la Octava Sinfonía en Múnich el 12 de septiembre, la última de sus obras estrenada en vida.
La ocasión fue un triunfo (según su biógrafo Robert Carr, «seguramente su mayor éxito en vida») pero estuvo ensombrecida por el descubrimiento del compositor, después del evento, de que Alma había comenzado una relación con el joven arquitecto Walter Gropius. Muy angustiado, el compositor buscó el consejo de Sigmund Freud y pareció obtener algún consuelo del psicoanalista. Alma estuvo de acuerdo en permanecer junto a Mahler, aunque la relación con Gropius continuó de forma clandestina. En señal de amor, Mahler le dedicó su Octava Sinfonía.
A pesar de las distracciones emocionales, durante el verano de 1910 Mahler trabajó en su Décima Sinfonía, completando el Adagio y esbozando cuatro movimientos más. Junto con su esposa, regresó a Nueva York en noviembre de ese año y se lanzó a una ajetreada temporada de conciertos y giras con la Filarmónica. Cerca de la Navidad, comenzó a sufrir dolor de garganta, el cual persistió durante tiempo. El 21 de febrero de 1911, con una temperatura corporal de 40 °C, Mahler insistió en el cumplimiento de un compromiso en el Carnegie Hall, con un programa relativamente anodino. Ese fue su último concierto. Después de semanas postrado en cama le diagnosticaron una endocarditis bacteriana, una enfermedad a la que son propensas las personas que sufren defectos en las válvulas cardíacas y para la que la tasa de supervivientes en la época anterior a los antibióticos era casi nula. No obstante, el compositor no perdió la esperanza, habló de la reanudación de la temporada de conciertos y tomó un gran interés por una composición de su esposa que fue cantada en un recital público por la soprano Frances Alda el 3 de marzo. El 8 de abril, la familia y una enfermera permanente abandonaron Nueva York a bordo del SS Amerika con destino a Europa. Llegaron a París diez días después, donde Mahler ingresó en una clínica de Neuilly-sur-Seine, pero no tuvo mejoría. El 11 de mayo, fue trasladado en tren al sanatorio Löw de Viena, donde falleció el día 18 de ese mismo mes.
El 22 de mayo de 1911, cuatro días después de su fallecimiento, Mahler fue enterrado en el cementerio de Grinzing como había pedido. Alma, siguiendo las indicaciones de los doctores, se ausentó pero entre los asistentes al funeral, con relativa poca pompa, estuvieron Arnold Schönberg (cuya corona describía al compositor como «el santo Gustav Mahler»), Bruno Walter, Alfred Roller, el pintor Gustav Klimt y representantes de muchos de los grandes teatros de ópera europeos.
Mahler fue un «romántico tardío», que forma parte de un ideal que puso a la música clásica austro-germana en un plano más alto que otros tipos, empleando su visión espiritual particular y su propia idea filosófica. Fue uno de los últimos destacados compositores de la línea que incluye, entre otros, a Beethoven, Schubert, Liszt, Wagner, Bruckner y Brahms. De estos antecedentes, Mahler incorporó muchos de los rasgos que caracterizarían su música. Así, de la Novena Sinfonía de Beethoven tomó la idea de usar solistas y un coro en el género sinfónico. De Beethoven, Liszt y (a partir de una tradición musical diferente) Berlioz, proviene el concepto de escribir música con una narrativa inherente o «programa» y de ruptura con el formato tradicional de la sinfonía de cuatro movimientos. Los ejemplos de Wagner y Bruckner animaron a Mahler a ampliar la escala de sus obras sinfónicas más allá de los estándares aceptados anteriormente, para abarcar todo un mundo de sentimientos.
Algunos críticos mantienen que la asunción por parte de Mahler de diferentes estilos para adaptarse a diferentes expresiones de sentimiento significaba que carecía de un estilo propio. Cooke, por su parte, afirma que Mahler «compensó los préstamos a través de la impronta de su propia personalidad en prácticamente todas las notas» para producir música de "originalidad excepcional". El crítico musical Harold Schonberg ve la esencia de la música de Mahler en el tema de la lucha, en la tradición de Beethoven; sin embargo, para Schonberg, las luchas de Beethoven fueron las de «un héroe indomable y triunfal», mientras que las de Mahler son las de «un débil psíquico, un adolescente que se queja [...] disfrutando de su miseria, queriendo que todo el mundo vea cómo está sufriendo». Schonberg reconoce que la mayoría de las sinfonías contienen secciones en las que el Mahler «pensador profundo» es superado por el esplendor del Mahler músico. Para Burkholder, supo encontrar modos de profundizar en los elementos heredados y crear una música que era reconocible y asimismo radicalmente nueva. También considera que tanto Mahler como Johann Strauss hijo y Claude Debussy forman parte de esa primera generación de compositores modernos que buscaron un estilo personal asimilando lo útil del pasado, combinando algunos elementos del siglo XIX con las nuevas sensibilidades del siglo XX. Quizás por ello se ha convertido en una música tan popular para los oyentes.
El hecho de que estuviese firmemente asentado en la tradición anterior centro-europea, no significa que estuviese acomodado a la escala wagneriana, sino que expresó una gran variedad de nuevas ideas musicales. Esta expansión de recursos es característica también de otros compositores de esta última fase romántica. Así, los vínculos con la tradición romántica no coartan la inventiva de Mahler apareciendo en su música momentos sumamente irracionales, decadentes o místicos donde se produce una revisión del lenguaje musical. En muchos aspectos, ello suponía el agotamiento del romanticismo, pero también supuso un referente para la nueva generación de músicos vieneses apasionadamente modernistas. Sirva como ejemplo su fuerte vinculación con Arnold Schönberg, que le dedicó su Tratado de armonía en 1911: «Este libro está dedicado a la memoria de Gustav Mahler. La dedicatoria [...] trataba de expresar la veneración que siento por sus inmortales composiciones, mostrando que tales obras, ignoradas por los músicos academicistas y a menudo despreciadas, son por el contrario adoradas por quien, quizás, no es del todo ignorante». Para Sadie, su enorme influencia en la generación posterior de compositores supuso la ampliación del marco de la sinfonía romántica.
La unión de canción y forma sinfónica en la música de Mahler es, desde el punto de vista de Cooke, orgánico. «Sus canciones florecen naturalmente en movimientos sinfónicos, teniendo ya molde sinfónico».
Para Sibelius, Mahler expresaba la creencia de que «la sinfonía debe ser como el mundo. Debe abarcarlo todo». Fiel a esta creencia, Mahler obtuvo material de diversas fuentes para sus canciones y obras sinfónicas: cantos de pájaros y cencerros de vaca para evocar la naturaleza y el campo, fanfarria de clarines, melodías callejeras y danzas nacionales para recordar el mundo perdido de su infancia. Los problemas de la vida se representan en estados de ánimo extremos: el anhelo de realización personal lo interpreta por el incremento de melodías y armonías cromáticas, mientras que el sufrimiento y la desesperación son representados musicalmente por medio de la disonancia, la distorsión y lo grotesco. Además una de las particularidades de Mahler: la intrusión de la banalidad y el absurdo en momentos de profunda seriedad. Por ejemplo en el segundo movimiento de la Quinta Sinfonía, cuando una melodía popular trivial de repente corta una solemne marcha fúnebre. La melodía trivial pronto cambia su carácter y de pronto se perfila como una de las majestuosas corales de Bruckner que Mahler utiliza para significar la esperanza y la resolución de conflictos. El propio Mahler reconoce esta idiosincrasia en su obra, denominando al Scherzo de la Tercera Sinfonía «la más absurda y al mismo tiempo, más trágica pieza que jamás haya existido ... Es como si toda la naturaleza estuviera haciendo muecas y sacando la lengua».
Un mecanismo técnico muy usado por Mahler es el de la «tonalidad progresiva», que Deryck Cooke describe como «el procedimiento de resolver el conflicto sinfónico en una tonalidad diferente a la que empezó» y que es usada con frecuencia «para simbolizar la gradual ascendencia de un valor de progreso desde una tonalidad a otra durante el desarrollo de una sinfonía». Esta técnica fue usada también por su contemporáneo Carl Nielsen. La primera vez que Mahler usó este recurso fue en una de sus primeras canciones, «Erinnerung» («Memoria»), y posteriormente fue usado de forma libre en sus sinfonías. Por ejemplo, la tonalidad predominante de la Primera Sinfonía es re mayor; al comienzo del «Finale» el movimiento «conflicto», la tonalidad cambia a fa menor y sólo después de una larga batalla regresa a re, cerca del final. La Segunda Sinfonía comienza en do menor y acaba en mi♭. Los movimientos de la Quinta Sinfonía progresa sucesivamente desde do♯ menor a la menor, luego re mayor, fa mayor y, finalmente, re mayor. La Sexta Sinfonía, inusualmente para Mahler, comienza y termina en la misma tonalidad, la menor, significando que en este caso el conflicto no está resuelto.
Durante su vida, Mahler tuvo un amplio reconocimiento por su faceta como director de orquesta, principalmente durante su periodo al mando de la orquesta del Hofoper, entre 1897 y 1907. Dicho reconocimiento superó incluso al obtenido por su labor como compositor, debido a la falta de comprensión por parte del público que sufrieron sus obras.
El objetivo de Mahler era conseguir la unidad total de la representación, en la que tanto la partitura como la escena se influían de forma recíproca. Mahler se dio cuenta que no era suficiente la fusión entre acción dramática y música para conseguir su ansiada unidad, ya que tanto la decoración, como el vestuario y la iluminación también debían alcanzar un grado de perfección similar. Trabajó con el pintor Alfred Roller con el objetivo de conseguir ese ideal de unidad en las representaciones operísticas. Hasta ese momento, la práctica habitual era mostrar la decoración, el vestuario y la iluminación como un vehículo para satisfacer a un público medianamente culto y que servía como complemento al conjunto de la representación. La iluminación fue más eficaz debido a la introducción de decorados con tres dimensiones, a la vez que era parte fundamental de la representación como elemento capaz de aumentar la potencia de sugestión del drama y de la música.
Uno de los rasgos más criticados de su labor como director fueron los retoques que solía realizar a la instrumentación de las obras de otros compositores, dado el carácter experimental de dichos cambios. En sus arreglos usaba su amplio conocimiento de todos los recursos que le brindaba la orquesta moderna. Esta práctica fue posteriormente bien recibida, aunque había disparidad de opiniones sobre la forma en que tenían que realizarse. En algunas ocasiones, Mahler fue acusado por la arbitrariedad de sus representaciones, dada la gran diferencia existente entre sus interpretaciones y las que el público había presenciado hasta ese momento. En opinión de Bruno Walter, carecían de ella.
Durante sus primeros años en Viena, al igual que durante su etapa en Hamburgo, sus movimientos al dirigir eran «fogosos y violentos», se agitaba continuamente, tenía una gran movilidad y dirigía siempre sentado. Sin embargo, sus gestos y movimientos no eran excesivos ni superfluos, sino que más bien parecían «una especie de conjunto fanático», en palabras de Walter. Esa gesticulación provocó que Mahler fuera objeto de numerosas caricaturas en diversas publicaciones de la época. Fue depurando su estilo con el paso de los años y gradualmente sus gestos se convirtieron en más sobrios. Su técnica se «espiritualizó» y consiguió tal grado de concentración que pudo combinar la fuerza y la precisión en una forma de dirigir en apariencia muy simple y sin apenas mover el resto del cuerpo. Una mirada o un breve gesto eran suficientes para que tanto intérpretes como cantantes lo obedecieran sin necesidad de recurrir a la excesiva gesticulación que antes le caracterizaba. En sus últimos años en el Hofoper se mostraba extremadamente calmado, aunque sin restar intensidad a la expresión.
Los enfrentamientos con los cantantes y miembros de la orquesta fueron habituales, debido a la «brusca impulsividad» en la forma de dirigir de Mahler y a su estilo histriónico y dictatorial. Entre ellos, despertaba una «ferviente admiración» y rechazo a partes iguales. Era más exigente cuando trabajaba con artistas mejor dotados y cuando eran menos talentosos solía emplear métodos más suaves para obtener lo mejor de ellos. En los ensayos, Mahler no se regía por normas fijas sino que se guiaba por su intuición e instinto.
Solía representar obras de compositores entre los que se encontraban Richard Wagner, Ludwig van Beethoven, Franz Schubert, Johann Strauss, Piotr Ilich Chaikovski, Wolfgang Amadeus Mozart o Felix Mendelssohn. También dirigió ocasionalmente óperas de Bedřich Smetana y la Canción Heroica de Antonín Dvořák.
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