Una sinfonía es una obra para la orquesta, dividida en cuatro movimientos, cada uno con un tiempo y estructura diferente. La forma de la sinfonía ha variado con el tiempo, por ejemplo, las contemporáneas de Arthur Honegger son de 3 movimientos.
El tamaño de la orquesta necesaria para interpretar una sinfonía, en general, ha crecido con el tiempo: mientras una orquesta de cámara con un par de docenas de instrumentos es suficiente para interpretar una sinfonía de Joseph Haydn, una de Gustav Mahler puede requerir varios centenares de intérpretes.
La sinfonía probablemente alcanzó su madurez con Ludwig van Beethoven. Sus sinfonías solían tener un primer movimiento Allegro de forma sonata, un movimiento lento (a veces en forma de tema y variaciones), un movimiento con ritmo ternario (usualmente un scherzo, anteriormente lo común era un minué y trío), para finalizar con otro movimiento rápido (rondó). (Existen sinfonías con un último movimiento escrito como forma sonata).
Avanzando en la teoría musical, podemos decir que las principales características de las sinfonías clásicas, tal cual existían hacia finales del siglo XVIII (previo a la aparición de la música romántica), en la zona de habla alemana eran:
- Poseían 4 movimientos: de los cuales el primero solía ser un movimiento rápido en forma de sonata, el segundo un movimiento lento, el tercero variaba entre un minueto y un trío o una danza ternaria como (scherzo) un movimiento con una simple métrica triple, y finalizando con un cuarto movimiento rápido en forma de sonata y/o rondó.
- Poseían una parte instrumental: para ser interpretada por una orquesta de tamaño relativamente moderado, como se acostumbraba en esa época.
Luego de que Beethoven comenzó a experimentar con la estructura de dichos movimientos y con las características programáticas en su Sexta Sinfonía, y luego añadió cantantes al último movimiento de su Novena Sinfonía, las posibilidades de moldear el formato de la sinfonía eran ilimitadas, comenzando desde la era Romántica cuyas características eran, entre ellas:
- Modificación de la estructura de los movimientos: mayores movimientos y/o estructuras de movimientos con varias etapas (Roméo et Juliette de Berlioz; la Segunda y Tercera Sinfonía de Mahler); estructuras con un único movimiento y/o movimientos sucesivos, por ejemplo la Séptima Sinfonía de Sibelius; Eine Alpensinfonie de Richard Strauss y la Cuarta Sinfonía de Carl Nielsen.
- Mayor variación en la parte instrumental: orquestas de cámara (implementadas por Berlioz, Mahler, Bruckner); canto solista y/o coral que se extiende durante los diferentes movimientos de la sinfonía (por ejemplo: la Segunda Sinfonía de Mendelssohn; la ópera Romeo et Juliette de Berlioz y la 14ª Sinfonía de Shostakovich); nuevos o inusuales instrumentos, por ejemplo una especie de sonajero hecho con pezuñas de vaca que se utilizó en la Sexta Sinfonía de Mahler; Ondes Martenot en Turangalîla-Symphonie de Olivier Messiaen; sinfonías que no empleaban orquestas sinfónicas (sinfonías para ser interpretadas por un solo órgano eran creadas por Charles-Marie Oidor y Louis Vierne y también la Sinfonía para piano solo de Charles-Valentín Alkan.
- Extensión del programa: incluso luego de que el tono del poema halla separado del género sinfónico como tal, estas especies musicales fueron publicadas con programas mucho más extensos, explícitos (como en Roméo et Juliette de Berlioz, luego de Shakespeare, así como también en su Sinfonía Fantástica) haciendo referencia a la literatura, a la poesía y a la música popular (como en la sinfonía cycle de John Kenneth Graham), o mucho mas implícitas, como una sucesión de sentimientos (como en la Sexta Sinfonía de Tchaikovsky o en Los cuatro temperamentos de Carl Nielsen).
La palabra sinfonía deriva del griego Συμφωνία, una combinación de syn-(‘συν’, con) y phone (‘φωνή’ sonido), que deriva a su vez del latín symphonia. El término fue usado por los griegos, en primer lugar para definir el concepto general de "concordancia", ambos caracterizados por sonidos sucesivos y en unísono con sonidos simultáneos; en segundo lugar, específicamente hablando, lo emplearon para nombrar a los pares de sonidos sucesivos concordantes (por ejemplo: los “intervalos perfectos” de la música moderna; la 4ª, la 5ª y la 8ª); y en tercer lugar considerando la armonía de una octava, (refiriéndonos al arte de cantar en octavas) en oposición a cantar y tocar al unísono.
Hay una larga lista de compositores que han abordado el género sinfónico. De entre ellos destacan unos cuantos cuyo valor se caracteriza por ofrecer un ciclo sinfónico completo de alta calidad, coherente con su línea vital y en el que, aunque puedan destacarse algunas sinfonías, todo el ciclo es de elevada calidad. Los compositores que han frecuentado con más fortuna el género han sido:
- Franz Joseph Haydn: frecuentemente considerado como "el padre de la sinfonía", sus 104 sinfonías compuestas entre 1757 y 1795 constituyen la mejor referencia para conocer la evolución de esta forma musical, que tuvo su origen en la obertura italiana de ópera. Su interés no es sólo histórico: esta impresionante serie, tomada en su conjunto, representa una cumbre de la producción musical de Occidente. Aunque merezca la pena oír todo el ciclo completo, destacan grupos de sinfonías, como las "Sturm und Drang" o las sinfonías Londres.
- Wolfgang Amadeus Mozart: Las sinfonías de Mozart están numeradas hasta 41 (aunque en realidad son más, ya que hubo interpolaciones posteriores a la numeración, por lo que, según cómo se cuenten, llegan a ser unas 50). En el caso de Mozart, las primeras 20 pueden considerarse como obras juveniles y con escasa personalidad propia. Las más interesantes son las 21 últimas, siendo las más importantes: la 25, y las llamadas «6 últimas», es decir, la 35, Haffner (1782), la 36, Linz (1783), la 38, Praga (1786) -la 37 no existe en el catálogo- y la 39, en mi bemol, la 40, en sol menor y la 41, Júpiter, compuestas en 1788.
- Ludwig van Beethoven: compuso nueve sinfonías. El ciclo completo es una obra maestra en sí, aunque destacan la 3.ª, Heroica, la 5ª, la 6.ª, Sinfonía Pastoral, la 7.ª, la 8.ª, y la novena, la Sinfonía Coral. Durante algunos años se le atribuyó una llamada "Sinfonía nº 0", descubierta a inicios del siglo XX y de la que hay registros en disco de pasta, hasta que se le quitó la atribución beethoveniana, hacia los años '60.
- Franz Schubert: 9 sinfonías siendo las más célebres la n.º 8, denominada "Inconclusa" (o "inacabada") por faltarle el tercero y cuarto movimientos, y la n.º 9, denominada "La grande".
- Johannes Brahms: 4 sinfonías. Brahms fue continuador de la obra sinfónica de Beethoven (de hecho su primera sinfonía recibió el apodo de "10ª de Beethoven". Todo el ciclo es de gran calidad, destacando la 1ª y la 4ª.
- Hector Berlioz: 4 sinfonías. El compositor francés es un caso especial del sinfonísmo. Sus sinfonías, majestuosas y revolucionarias, allanaron el terreno para la aparición de nuevos géneros más propios del período romántico, influyendo en compositores como Mahler o Richard Strauss. La Sinfonía fantástica, la concertante Harold en Italia o la coral Romeo y Julieta son los más claros ejemplos.
- Antonín Dvořák: 9 sinfonías. Frecuentemente eclipsadas por la 9ª (del Nuevo Mundo), el ciclo sinfónico de Dvořák es una sorpresa de alta calidad y elevada inspiración melódica. Son excepcionales la 6ª, 7ª y 8ª.
- Piotr I. Tchaikovsky: 6 sinfonías. Son especialmente importantes, y las más conocidas, las tres últimas: 4ª, 5ª y 6ª (Patética).
- Gustav Mahler: 9 sinfonías y el Adagio de la inconclusa 'décima'. Mahler supone una ruptura con el estilo sinfónico tradicional. A partir de él se da una gran crisis en la sinfonía, siendo pocos los autores que destacan en este género (aunque años después se volvió al interés por el mismo). Las sinfonías de Mahler hacen uso de recursos muy variados, tanto en la temática, como en la instrumentacion y el tratamiento de las obras: voces solistas, coros, inversión del orden de los movimientos, etc.
- Anton Bruckner: 9 sinfonías (más dos sinfonías de juventud: la 0 y la 00). La obra sinfónica de Bruckner es de concepción grandiosa. En ella abundan las melodías inspiradas en la naturaleza, y en el misticismo religioso. Requieren grandes orquestas y normalmente superan la hora de duración. Destacan la 4ª y la 7ª.
- Dimitri Shostakóvitch: 15 sinfonías. La obra de Shostakovich es un verdadero reflejo tanto del espíritu y el genio compositivo de su autor, como de la evolución del siglo XX desde la perspectiva de la Rusia soviética. Su evolución va desde las modernas y atrevidas primeras sinfonías, la vuelta al clasicismo y la tonalidad en la 5ª, el fervor patriótico en la 7ª y 11ª o la introspección personal en las dos últimas.
- Sergéi Prokófiev: 7 sinfonías. Estas obras son prueba del eclecticismo de su autor, yendo desde obras con ritmos furiosos y atrevídas armonías, hasta otras de corte más clásico. Destacan la 1ª y la 5ª.
- Jean Sibelius: 7 sinfonías. Profundamente inspiradas en los paisajes finlandeses y en las referencias del folclore nacional, poseen una gran inspiración melódica y un ambiente característico, siempre dentro de la tonalidad. Destacan la 2ª y la 5ª.
- Ralph Vaughan Williams: 9 sinfonías. El paisaje y el folclore inglés también son un referente de este ciclo sinfónico de altísima calidad. En este caso, aunque la unidad y coherencia es grande, cada sinfonía tiene un lenguaje muy particular, culminación de los distintos momentos compositivos del autor: desde la coral 1ª, la programática 2ª (Londres), la pastoral 3ª, las disonantes 4ª y 6ª, la mística 5ª, la fílmica 6ª y las experimentales 8ª y 9ª.
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