jueves, 31 de enero de 2013

La música y la salud





La música tiene la habilidad de cambiar nuestros estados de ánimo, puede alegrarnos o calmarnos, dependiendo del ritmo que elijamos, además nos da otro medio de expresión, porque como ningún otro, puede transmitir lo que sentimos pero no podemos decir con palabras o imágenes.


Quizás hayas notado que algunas canciones te hacen sentir que puedes con todos los retos que el mundo pone en tu camino, más si son fuertes, rápidas y vibrantes, incluso te ayudan a completar esa larga rutina de ejercicios que tienes por delante. Tampoco te será extraño el hecho de que algunas canciones te deprimen y te aburren, al punto que  te quitan las ganas de hacer cualquier cosa. Ese es el poder de motivación  de la música. Además existen estudios que sugieren que la música mejora la coordinación motora, muy probablemente a causa de los ritmos marcados que hay en las canciones..


La entonación y la musicoterapia son herramientas extraordinarias para ayudarnos a aliviar el dolor, ya que el sonido calma el dolor físico y el emocional.




En un número de la Revista de Enfermería Avanzada se publicó un estudio en donde se reportaba una reducción del 21% en la percepción del dolor gracias a la música. Los pacientes que escucharon música durante una hora diaria a lo largo de una semana, afirmaban sentirse mejor física y psicológicamente, comparados con aquellos que no siguieron este programa..

Si bien la música no es suficiente para tratar el dolor crónico, sí puede sintonizarte en un estado de ánimo positivo que contribuirá a tu recuperación..

Además de estos beneficios se sabe que la música incrementa el aprendizaje, mejora el funcionamiento integral del cerebro y las habilidades de comunicación..




Orfeo tocaba el laúd para curar la melancolía. John Cash curaba con el Gospel y los esclavos negros del norte de América se daban fuerza y ánimos con los "blues". La samba y la música brasileña, dentro de la música contemporánea, es una de las más sanadoras, te hace sentir a salvo y con mucha energía.

Muchas veces las personas reprimen sus emociones y no se permiten sentirlas, escondiéndolas en su interior. Sin embargo, no por mucho esconderlas conseguimos hacerlas desaparecer. Nos hacemos los fuertes, pero no debemos olvidar que la curación natural viene de ser capaces de expresar la pena, el dolor, la tristeza, el desamor, la soledad,  etc.




La música y la entonación van muy bien en el rito del desahogo, nos permiten expresar las emociones, la tristeza, la pena y la aflicción. Si sentimos emociones negativas somos más proclives a la depresión. Estas emociones deben exteriorizarse, sino queremos que nos causen malestar, depresión y enfermedades.

Gracias a la escucha de la música que más le agrada a una persona se liberan compuestos químicos que producen un bienestar. Es la conclusión de un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de McGill, en Montreal (Canadá), y que ha sido publicado en "Nature Neuroscience". No es la primera vez que se asocia con bienestar y diversos trabajos han corroborado ya su capacidad de cambiar los estados de ánimo. La novedad está en que, por primera vez, se ha demostrado que los niveles de dopamina, la sustancia química que produce tal efecto, son hasta 9% más altos cuando se escucha algo que agrada.

La dopamina actúa a través de muchas funciones: influye en el comportamiento y la cognición, la actividad motora, la motivación y la recompensa, la regulación de la producción de leche, el sueño, la atención y el aprendizaje (sus niveles aumentan en respuesta a estímulos o actividades de recompensa como la comida, las relaciones sexuales u obtener dinero). Y, ahora, tras los resultados de la investigación canadiense, también está relacionada con el humor y el bienestar.

Ya se conocía que la dopamina produce un estado de bienestar con ciertos estímulos tangibles, como estar enamorado. Los investigadores añaden que el hecho de recibir placer a través de la música podría deberse también a un sistema de recompensa abstracta, alejado del placer que se obtiene a través de la comida u otros instintos más básicos.




En la Universidad de Maryland (EE.UU.) se afirma que escuchar la música que más alegra favorece una buena salud cardiovascular: cuando los voluntarios de este estudio escuchaban la que les complacía, sus venas y arterias se dilataban un 26%, lo que en términos médicos se considera una respuesta muy saludable. Si bien los expertos insisten que no puede considerarse como tratamiento para enfermedades de este tipo, sí que indican que puede constituir otra estrategia preventiva fácilmente incorporable en las costumbres cotidianas.

Los mismos investigadores explicaban en otro estudio parecido que escuchar 30 minutos diarios no solo sirve como relajante mental, sino que tiene otros beneficios que se extienden al resto del organismo. La clave no está tanto en el tipo de música, sino en el volumen, el ritmo y en el hecho de que sea la preferida del oyente. Aunque los efectos en la corriente sanguínea duran unos segundos, la acumulación de beneficios perdura y son muy positivos en todas las edades.





La voz humana es nuestro instrumento más poderoso para transmutar el dolor y el sufrimiento en un bienestar radiante.

Una de las curaciones más famosas de la historia fue la del rey Felipe de España en la década de 1730. Después de oír cantar a Farinelli, que fue un cantante castrato italiano, desaparecieron milagrosamente el dolor crónico, la depresión y la enfermedad mental del rey.




                                                            Rey Felipe de España

Pero la música no sólo interviene en el bienestar del organismo. También desarrolla la capacidad de atención y favorece la imaginación y la capacidad creadora, estimula la habilidad de concentración y la memoria a corto y largo plazo, y desarrolla el sentido del orden y el análisis, facilita el aprendizaje y ejercita la inteligencia.

Las mismas áreas del cerebro implicadas en la percepción musical intervienen también en el lenguaje y en tareas de lectura. Investigadores del Laboratorio de Neurociencia Auditiva de la Universidad Northwestern (EE.UU.) sugería hace justo un año en la reunión anual de la "American Association for the Advancement of Science" (AAAS) que la formación musical mejora las habilidades lingüísticas y cognitivas en niños, tanto con problemas de aprendizaje como sin ellos. De la misma manera, la instrucción musical, según los científicos, induce una mayor sensibilidad a las emociones.

La música como terapia se utiliza en el tratamiento de dolencias como la hipertensión arterial, estados de ansiedad, depresión y estrés, y alteraciones del sueño. También se emplea en la rehabilitación de trastornos psicóticos, autismo y de adolescentes con trastornos del comportamiento. Como su escucha interviene en la producción o inhibición de neurotransmisores en el organismo, a través de ella, se intenta provocar reacciones químicas que mejoren, aceleren o favorezcan el aprendizaje.




En la depresión es muy importante, ayudar al sistema inmunológico a mantenerse en perfecta armonía, ya que la depresión suele bajar las defensas.

La música realmente nos puede ayudar mucho en casos de depresión, pero por encima de la música lo que realmente nos va a ayudar es la entonación, la capacidad de poder expresar con nuestras voces y exteriorizar fuera lo que sentimos dentro, en nuestro interior.


Las actuales investigaciones en inmunología indican que la insuficiencia de oxígeno en la sangre podría ser causa importante de inmunodeficiencia y de enfermedades degenerativas.

Precisamente con la entonación lo que conseguimos es una oxigenación extra de todas las células de nuestro cuerpo. La base de toda entonación, es la respiración, por tanto cantar y entonar oxigenan realmente la sangre.

La entonación y la música aumentan los niveles de endorfinas, que son los opiáceos naturales propios del cerebro. Investigación médica reciente indica que son capaces de disminuir el dolor e inducir a una euforia natural.




Educar en la música desde la niñez es importante para que los más pequeños puedan sacar provecho de todos sus beneficios fisiológicos y psicológicos. No solo desarrollarán su sensibilidad estética, sino también su emotividad. Lo cierto es que hay una relación directa entre lo que uno escucha y cómo piensa o actúa. También es importante cómo se escucha la música, es decir, un volumen más o menos alto, el ritmo o la velocidad, las intensidades, la cantidad de tiempo, el contenido de las letras de las canciones o el tipo de baile asociado a cada canción.

Todos estos elementos constituyen diversas formas y hábitos sociales que influirán en la manera de ser del niño e, incluso, en su manera de vestir. No obstante, es recomendable hacer un buen uso de todos los elementos. Respecto al volumen, por ejemplo, cuando es demasiado alto puede provocar falta de concentración, alteración el sistema nervioso y alteración de la salud del oído.





Según un método oficial estadounidense, el método Tomatis, la educación musical y del oído puede iniciarse en el útero materno. Alfred Tomatis era un otorrinolaringólogo francés que reveló a mediados del siglo pasado que el embrión codifica las vibraciones. Este descubrimiento fue el inicio la audio-psicofonología. Según esta teoría, es aconsejable que las embarazadas canten (aunque desafinen), porque la voz, vía columna vertebral y filtración por parte del líquido amniótico, llega al embrión. Éste escucha y percibe el sonido a través de un "período" que se desarrolla a partir de las tres semanas de gestación.


La música, por tanto, puede activar la escucha ya en el embrión, fundamental para todas las etapas de la vida, según Tomatis. Tan importante es la escucha que si no funciona el sentido del oído se pueden producir graves problemas de aprendizaje y del habla. En resumen, bienestar y salud desde, incluso, antes del nacimiento.





Otra de las historias más asombrosas fue el caso de los monjes de un monasterio benedictino del sur de Francia, aquejados de inquietud, fatiga y depresión. El Dr. Tomatis después de visitar a 70 de los 90 monjes del monasterio comentó que su abatimiento no era físico sino auditivo. Este estado de debilidad de los monjes era la consecuencia de haber eliminado varias horas de canto gregoriano de su rutina diaria.



Esta práctica diaria de canto gregoriano les bajaba el ritmo respiratorio, y la tensión arterial, elevándoles el ánimo y aumentándoles su productividad.

Al poco tiempo de reanudar sus sesiones de canto gregoriano recuperaron su vigor y su salud.




En el centro de investigación de la adicción de Stanford (California), el científico Avram Goldstein comprobó que la mitad de las personas estudiadas experimentaban euforia mientras escuchaban música, capacitando al cuerpo a producir sus propios anestésicos y a mejorar la actividad inmunitaria.




El Efecto Mozart: 


El conocido Efecto Mozart, la musicoterapia y otros estudios sobre el tema apuntan a reafirmar el poder curativo de la música. El uso de la música como vía terapéutica es tan antiguo como el hombre mismo. Ya en los papiros médicos egipcios del año 1500 A.c. hay evidencias de su valor para resolver asuntos relacionados con la fertilidad femenina. Pero fueron los griegos quienes consideraron la música con criterio científico, al utilizarla como agente terapéutico. De hecho Pitágoras, filósofo griego, recomendaba cantar y tocar algún instrumento musical a diario para extraer del organismo emociones nocivas como el miedo, las ansiedad y la rabia. No es nada nuevo que la música cure, pero en nuestra cultura occidental se necesitan pruebas de laboratorio para reconocer que su poder es realmente efectivo. 

El sonado Efecto Mozart A comienzos de los '90 un estudio efectuado por la psicóloga Frances Rauscher y el neurobiólogo Gordon Shaw, de la Universidad de California, EEUU, sacó a la luz en la revista Nature lo que sería el inicio de la controversial teoría conocida como Efecto Mozart: 36 estudiantes escucharon la Sonata para dos pianos en Re Mayor de Wolfgang Amadeus Mozart durante 15 minutos; inmediatamente después les sometieron a tests para evaluar su razonamiento espaciotemporal. Otros dos grupos realizaban idénticas pruebas, con la única diferencia de haber pasado ese mismo tiempo escuchando cintas de relajación unos y en absoluto silencio otros.




                                                     Wolfgang Amadeus Mozart

Curiosamente, las puntuaciones (traducidas para su evaluación a la escala del coeficiente intelectual) resultaron ser de ocho a nueve puntos superiores después de escuchar a Mozart, frente al resto de las situaciones. Aquel hallazgo era muy breve, pero lo suficientemente importante para no dejar indiferente a ningún investigador. Un par de años más tarde, Rauscher y Shaw indagaron aún más sobre las bases neurológicas de este aumento en la capacidad de razonamiento, con pruebas de inteligencia espacial: En esta ocasión a 79 jóvenes se les proyectaban 16 figuras de papel dobladas de diferentes maneras; cada proyección duraba un minuto y ellos debían adivinar qué forma tendrían estas figuras cuando se desplegaran.


Durante 15 días, un grupo escuchó la sonata de Mozart, otro grupo hizo la prueba en silencio y un tercero escuchó una mezcla de otros compositores. Los resultados fueron que el grupo de Mozart logró predecir un 62%, mientras que el porcentaje del grupo en silencio fue de 14 y de 11 en el grupo de sonidos mezclados. La polémica estaba servida: Varios investigadores trataron de reproducir aquel efecto sin éxito; otros tuvieron ocasión de comprobar los resultados positivos, aumentando así el interés por las repercusiones de la música del famoso compositor sobre el cerebro humano. En la actualidad no se duda de que el efecto Mozart exista, aunque limitado al razonamiento espaciotemporal. 






Según cada problema de salud, existen piezas clásicas terapéuticas:


 -  Insomnio

a) Nocturnos de Chopin (op. 9 No. 3; op. 15 No. 22; op. 32 n 1; op. 62 No. 1) 
b) Preludio para la siesta de un Fauno, Debussy Canon en Re, Pachebel. 


-   Hipertensión:

a)  Las cuatro estaciones, Vivaldi 
b)  Serenata No. 13 en Sol Mayor, Mozart. 





-   Depresión:


a)  Concierto para piano No. 3, Rachmaninov. 
b)  Música acuática, Haendel. 
c)  Concierto para violín, Beethoven.
d)   Sinfonía n 8, Dvorak. 








-   Ansiedad


a)  Concierto de Aranjuez, Rodrigo. 
b)  Las cuatro estaciones, Vivaldi. 
c)  La sinfonía Linz, k425, Mozart. 



-    Dolor de cabeza: 


a)  Sueño de amor, Listz. 
b)  Serenata, Schubert. 
c)  Himno al Sol, Rimsky-Korsakov.






 -   Dolor de estómago

a)  Música para la Mesa, Telemann.
b)  Concierto de Arpa, Haendel. 
c)  Concierto de oboe, Vivaldi. 


-     Energéticas:


a)  La suite Karelia, Sibelius. 
b)  Serenata de Cuerdas (op. 48), Tschaikovsky. 
c)  Obertura de Guillermo Tell, Rossini. 






“La música es el corazón de la vida. Por ella habla el amor, sin ella no hay bien posible y con ella todo es hermoso”

               Franz Liszt (pianista y compositor austríaco de origen húngaro (1811-1886)



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