El expresionismo fue una corriente artística tan genuinamente alemana como el impresionismo fue esencialmente francés. Allí donde el artista latino se deleitaba en las luminosas impresiones recibidas del mundo exterior, el germánico ahondaba en las regiones ocultas del alma. En Viena, donde Sigmund Freud desarrolló su teoría del psicoanálisis, los artistas trataron de captar para el arte el sombrío terreno del subconsciente. El expresionismo aspiró a desencadenar los impulsos primordiales que el hombre intelectual había sofocado en sí mismo.
Como en el caso del impresionismo, el modelo para el expresionismo musical provino de la pintura y de la poesía; de pintores como Kandinsky, Kokoschka y Klee, y de poetas como Stefan George. De la misma manera que las imágenes distorsionadas de los pintores expresionistas negaban la noción tradicional de belleza, la música rechazó lo que hasta entonces se había considerado hermoso.
Después de que Wagner hubiese llevado el cromatismo lo más lejos posible, sin traspasar los límites de la tonalidad, Schönberg dio el paso siguiente suprimiendo la distinción entre las siete notas diatónicas y las cinco cromáticas. Sostenía que las doce notas debían tratarse en pie de igualdad, sin relación a una tonalidad central, cambio tan fundamental en el universo sonoro que equivale a lo que en el físico sería la supresión de la gravedad.
Por otro lado, al descartar por completo la consonancia, la música expresionista funciona siempre en el máximo grado de tensión en un estado emocional perpetuamente desasosegado y a menudo histérico. En la música tradicional, la obligada resolución de la disonancia en la consonancia simbolizaba un sentido optimista que afirmaba el triunfo del reposo sobre la tensión, del orden sobre el caos. La música atonal apareció en un momento de la cultura europea en que la fe en dicho triunfo se tambaleaba.
Arnold Schönberg nació en Viena en 1875. En su juventud compuso obras en estilo post-romántico, como Noche Transfigurada, y fue protegido de Gustav Mahler. Comenzó también su carrera como pintor expresionista, en la que demostró un gran talento.
En 1909, con la publicación de sus Tres Piezas para Piano, comienza su etapa atonal-expresionista, cuyo punto álgido lo constituye el estreno Pierrot Lunaire, para recitante femenina y cinco instrumentos. Los años de guerra interrumpieron su creatividad.
Arnold Schönberg
Después de un silencio de siete años, con su Serenata para Siete Instrumentos y Voz de Bajos, dio a conocer el método dodecafónico, que aspiraba a convertirse en una gramática musical nueva, capaz de sustituir al antiguo sistema tonal. Según este método toda composición debe basarse en una disposición arbitraria de doce sonidos que se denomina serie. Ninguno de estos doce sonidos debe aparecer más de una vez, para evitar que asuma preponderancia. La serie puede volverse luego cabeza abajo (inversión), se puede presentar en movimiento de retroceso (retrogradación) o cabeza abajo y en retroceso (retrogradación de la inversión). Toda la obra se configura a partir de la serie, pues de ella nacen la melodía, las diferentes líneas contrapuntísticas y la armonía, ya que segmentos de la misma pueden aparecer en formación vertical, como acordes. Por ello, según Schönberg, la principal ventaja de su método era su
efecto unificador.
Normalmente, en la serie dodecafónica la línea melódica es zigzageante, con predominio de intervalos muy abiertos, de séptima y de novena, a fin de evitar las implicaciones tonales de los intervalos clásicos, mayores y menores, y producir el efecto agónico y desgarrado propio del estilo expresionista.
Está claro que la música dodecafónica une dos elementos contradictorios. Por una parte encierra un contenido intensamente expresivo. Por otra, sigue un orden y una lógica estrictos.
La actitud favorable de la república de Weimar frente al arte de vanguardia había posibilitado el nombramiento de Schönberg como profesor de composición en la Academia de Artes de Berlín; pero la subida al poder de Hitler en 1933, supuso un nuevo cambio en la vida del compositor judío, que abandonó Alemania y se instaló en Estados Unidos, donde prosiguió su obra y su labor docente en la Universidad de Los Angeles. A este período pertenece su cantata Un sobreviviente de Varsovia, para narrador, coro masculino y orquesta, con texto inglés del propio Schönberg, que constituye un tributo a los judíos que perecieron en los campos de exterminio nazis. También merece destacarse su ópera bíblica Moisés y Aarón, cuya composición quedó interrumpida por su huída de Alemania, sin que jamás la retomase.
Entre los discípulos de Schönberg en Viena, dos destacan especialmente: Alban Berg y Anton Webern. El primero es considerado el más accesible de la escuela por su tendencia a incorporar elementos tonales al lenguaje dodecafónico. Una de sus obras más conocidas, el Concierto para Violín en memoria de la pequeña Manón Gropius, se abre con una serie llena de intervalos tomados de la armonía tradicional. En sus obras son frecuentes los momentos de intenso lirismo. Sus óperas Wozzeck y Lulú, basadas en angustiosos dramas de marcada tendencia expresionista, forman ya parte habitual del repertorio.
Webern, por su parte, fue el más radical de los seguidores de Schönberg, al no aceptar en sus obras el más mínimo compromiso con el pasado tonal. Su estilo evolucionó hacia un ideal de máxima pureza y concisión, como puede apreciarse en una de sus obras más conocidas, las Cinco Piezas para Orquesta, la más extensa de las cuales dura un minuto.
En ellas destaca particularmente el valor asumido por los timbres, dado que a ningún instrumento se le permite tocar más de una o dos notas de un tema en forma sucesiva. Entre sus discípulos se cuentan compositores tan renombrados como Stockhausen y Pierre Boulez, que han hecho de Webern la figura dominante del estilo dodecafónico de mediados de siglo.
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